5 de marzo de 2016

Discurso de Macri en la apertura de las sesiones ordinarias de 2016

El discurso dicotómico de Macri para un país de las maravillas


Ibarra Eduardo

El inicio de las sesiones ordinarias del Congreso marca la hoja de ruta que el Ejecutivo planea para el año a partir de una evaluación del anterior.  Cuando se trata, como en éste caso de un nuevo gobierno, el discurso inicial implica a todo el período basado sobre la impronta ideológica del nuevo bloque de poder.
Como es costumbre de los políticos / funcionarios de Cambiemos, Macri comenzó su discurso con un mensaje al mejor estilo coaching espiritual energético empresarial, deseando optimismo y buenas energías, para después adentrarse en un relato claramente dividido en dos partes. Por un lado contó desde donde se partía, lo que todos los medios hegemónicos venían anticipando, y por el otro la de prometer una batería de medidas (en el aire) para un futuro próspero.


La herencia kirchnerista
El nivel de denuncia por la supuesta deuda que dejó el período k contrastó claramente con lo que sostienen las agrupaciones afines a Cristina en su retórica referencial de la llamada “década ganada”. Macri hizo un punteo de las deudas a todo nivel que heredaba; supuestamente porque la “gente” quería saber, en la cual esgrimió números de todo tipo  con fuentes dudosas o desconocidas, como ser los índices de la Universidad Católica con respecto a la pobreza y la inseguridad, la cual no deja de ser un ente privado y peligrosamente del Opus Dei, de donde provienen varios funcionarios del Pro. Por otro lado el déficit presupuestario del 7% del PIB contrasta con los dichos de su ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, quien afirmó que el déficit recibido era del 5.8%, el cual subía al 7% si le sumaban las transferencias que ellos mismos hicieron al sector agroexportador; o sea en pocos meses son responsables del 1.2% del déficit del Estado. Por lo tanto Macri miente y echa la culpa de su pésima política económica al gobierno anterior. Sin embargo, de acuerdo a las mediciones tradicionales de la economía el déficit es del 4%. Desde aquí es donde Macri parte para hacer un discurso falaz y tendencioso.
Al referirse a cada uno de los ámbitos de la gestión anterior, todos los enmarcó dentro de la trama de la corrupción, sin tomar en cuenta que la justicia no dictaminó, por ahora, ningún fallo firme contra los funcionarios kirchneristas. La falta de obras públicas con la famosa contratación de los capitalistas amigos junto con la militancia en los puestos públicos, fue el caballito de batalla para denostar cualquier logro o hecho positivo en los doce años anteriores, donde tampoco faltó la connivencia con el narcotráfico y la inseguridad.
Corrupción, ineficiencia, narcotráfico, delitos, desidia y militancia fueron los términos de Macri para definir la pesada herencia que deberá afrontar. Todos términos que los Medios hegemónicos han utilizado para denostar al kirchnerismo y a la militancia popular en general, en un claro maniqueísmo para desconocer algunas políticas populares que se han tomado durante la última década.

El desconocer las políticas positivas del kirchnerismo no fue sólo una forma de atacar a ese sector, sino que responde a la necesidad de fundamentar su política económica neoliberal dirigida hacia los grupos concentrados nacionales y extranjeros, sobre todo a los grupos financieros.


El nuevo país de las maravillas

En la otra cara de la moneda discursiva, su gestión a futuro es la que está signada por lo positivo, la felicidad y todas las bondades humanas.
Con una suerte de shin y shan por cada hecho malvado realizado por Cristina el propuso una paraíso celestial de bondades infinitas. Dentro de su alocución todas las medidas poco simpáticas fueron justificadas por las malas políticas y la corrupción de los k.

En la segunda parte del discurso de Macri no faltaron alusiones a personas anónimas que le comentaron o le pidieron cosas en dirección a las políticas que está llevando adelante; digna farsa de campaña electoral.
Con respecto al futuro y con un punteo en cada ámbito prometió obras, reducción del IVA para los alimentos básicos, la posibilidad de modificar la escala de ganancias y aumento de  las jubilaciones, pero sin ningún fundamento presupuestario.
Muchas de las medidas se contrapones a su propia historia y a su propia gestión como jefe de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires:

Con respecto a la corrupción el caso Niembro y su sociedad fantasma no es un ejemplo a destacar.

Cuando habló de transparencia las escuchas ilegales a los familiares de la Amia por parte del jefe de la policía metropolitana (Fino Palacios), junto al sobreseimiento inmediatamente después de asumir como presidente, son hechos más oscuros que la noche.

Cuando mencionó al trabajo no registrado se olvidó que entre sus socios sindicales se encuentra el responsable del trabajo en negro de los peones rurales y que su propia esposa fue denunciada por utilizar trabajo esclavo en talleres textiles clandestinos.

En su alusión al narcotráfico y a la trata de personas la foto con su amigo proxeneta Martins en un boliche de México no dan muy buen ejemplo y la falta de combate a los prostíbulos en Capital no da muchas esperanzas. 

Cuando denunció al capitalismo se olvidó de que su amigo Nicolás Caputo maneja las grandes obras inmobiliarias de la Ciudad de Buenos Aires. También que la fortuna familiar se logró en base a concesiones por parte del Estado durante la última dictadura militar y los sucesivos gobiernos democráticos. Ni más ni menos que la llamada patria contratista que todos los argentinos pagamos de nuestros bolsillos.

Un capítulo aparte merece la mención, un poco escueta, de las fuerzas armadas y la falta de armamento en función de la lucha con el narcotráfico, lo cual es alarmante ya que ningún país del mundo logró derrotar ni controlar a los  narcos militarizando. Los únicos resultados fueron la represión y control de los sectores populares.



Los números no cierran

Si bien durante todo su discurso dejó en claro que el gobierno de Cristina no cuidó los superávit gemelos y el presupuesto del Estado, en ningún momento hizo referencia al contexto nacional y mundial en que se fueron desarrollando las medidas económicas del kirchnerismo, como tampoco argumentó por donde se fue el supuesto despilfarro al que hizo mención.
Dentro de un silencio intencional negó todos los planes para mantener el mercado interno y conservar el poder adquisitivo de los salarios, conjuntamente con los planes sociales. Es éste despilfarro que ahora el propio Macri sincera al aumentar las tarifas de los servicios, el pasaje del transporte, los combustibles y los alimentos. Por lo tanto suena inverosímil que se quiera recuperar y aumentar el gasto social mientras en la realidad se lo considera un despilfarro y se lo reduce o devalúa, mientras se les conceden grandes porciones del PIB a los sectores orientados al mercado externos y financieros.
Por lo tanto, si nos remitimos solamente al discurso, las cuentas no cierran, ya que pondera las bajas y anulaciones a las retenciones, promete subas al salario familiar, aumento a los jubilados y grandes obras públicas, mientras se presiona al Congreso para que dé por terminada la cláusula soberana para el pago a los fondos buitres por un primer desembolso de 4.000 millones de dólares. Es claro que piensan cerrar las cuentas con un acceso al mercado financiero internacional, para que en una primera instancia se pague a los buitres, con lo cual se emitirán bonos para que compren distintas entidades financieras y bancarias (los nuevos ganadores del modelo), y en una segunda instancia, estiman, se producirá la lluvia de dólares que no es más que deuda para salvar la brecha presupuestaria. De darse esto, el macrismo podrá solventar con deuda externa obras públicas para el desarrollo primarizado de la economía con cierta contención social. Como menciona Gramsci, cuando un grupo de la burguesía se hace con el gobierno de un país sin tener hegemonía en la sociedad civil, puede desarrollar tres modelos de poder estatal: El típico modelo fascista autoritario que reprime las demandas sociales y direcciona la economía, un gobierno que copta a los representantes de las distintas organizaciones sociales para tenerlos dentro de su esfera política y la del gobierno que concede ciertas demandas populares pero sin tocar la matriz de sistema, ni afectar las relaciones sociales de producción económica y cultura. Quizás aplique un poco de los tres.
En el mediano y largo plazo los costos de endeudamiento serán cada vez más grandes, la dependencia a las presiones de los grupos financieros cada vez mayores y la vulnerabilidad a la crisis internacional cada vez más profunda y sensible a nuestra propia economía interna. La vuelta a una película que ya conocemos. Por eso, que las cuentas no cierren es el justificativo para que les cierren a los grandes financistas mundiales, que serán pagadas (como siempre) con el sacrificio del pueblo y sus recursos naturales.



Los actores políticos

El discurso de Macri fue un mensaje para su propia tropa; y cuando digo propia tropa me refiero a las distintas facciones sociales que lo apoyan, los medios hegemónicos, los grupos externos, al entramado imperialista y a sus aliados políticos. Pero también fue un mensaje para atraer a lo más ortodoxo del peronismo de Massa, al progresismo idiota de Stolbizer/Donda y a los gobernadores peronistas ex k.
Con el típico discurso fundacional de que ahora comienza la verdadera República con sus verdaderos valores, Macri puso a los sectores populares por fuera de toda consideración en el debate político, llamando al diálogo pero excluyendo.
Si bien el carácter fundacional tuvo como referencia a los ciudadanos y la Nación, la idea de Patria fue intencionalmente desterrada. La categoría de ciudadanos remite a una concepción individual de la sociedad negadora de las clases sociales, donde cada cual tiene igualdad de derechos pero para ejercerlos como puede (si es que puede), mientras que la Nación implica un conjunto homogéneo u homogeneizado que pone a todos en un plano de aceptación de valores ideológicos (todos queremos el cambio, etc), ósea es una imposición de la hegemonía de las clases dominantes. La Patria implica una historia de construcción y de luchas entre fracciones internas e intereses externos, donde la disputa está siempre vigente entre distintos grupos sociales para imponer sus valores rescatando la identidad nacional dentro de su propia cultura. Pero sobre todo implica una posición de soberanía y poder frente a los intereses externos, cosa que choca con la nueva composición del bloque de poder macrista compuesto por la hegemonía de los grupos financieros globales en alianza con sectores nacionales menores.







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