25 de julio de 2016

El capitalismo sin rostro

El capitalismo sin rostro
Ibarra Eduardo


Si los cables de wikileaks fueron una bomba política al centro del poder mundial y al corazón del imperio norteamericano, los llamados Panamá papers son un golpe al sistema económico mundial. Aunque el descubrimiento periodístico tiene similitudes en cuanto a cómo lograron hacerse con el material y la forma de tratar y difundir el tema, difiere en cuanto a la naturaleza de los mismos.
En el caso de los wikileaks el impacto quedó circunscripto al ámbito de las Relaciones Internacionales y a los asuntos de cancillerías, cuestión que quedó lejos de la preocupación cotidiana del hombre común. En el nuevo escándalo por el descubrimiento de los archivos, del mayor estudio de abogados de Panamá, puede llegar a tener implicancias mucho más profundas y dañinas al sistema capitalista globalizado, dependiendo del grado de concientización de lo que se está poniendo en juego y de la implicancia  en la vida de los pueblos.

Las denuncias por los paraísos fiscales no son nuevas, ya en la década de los 70s el propio Vaticano fue descubierto en una triangulación (a través del Banco Ambrosiano) de lavado de dinero proveniente de la mafia, la masonería y otros orígenes non sanctos. La diferencia entre casos puntuales y los archivos de Panamá papers es la implicancia de las propias reglas del sistema financiero, la esencia misma del capitalismo y su reproducción, conjuntamente con la cantidad de actores de peso internacional involucrados.

Màs allà de los nombres lo que demuestran èstos archivos es la lógica del sistema y las formas en las que va cambiando a medida que pasa de una etapa a otra en su desarrollo histórico.
 Durante la gestación del capitalismo, siglo XII aproximadamente, el comercio fue la actividad que dio la posibilidad de desarrollar una nueva relación social diferente al sistema servil agrario del feudalismo, así como la de generar excedentes para que en unos siglos más tarde se diera un salto cualitativo a la etapa manufacturera e industrial. En la segunda mitad del siglo XIX fue la aparición de la industria pesada, junto con los nuevos conglomerados empresariales, que produjeron una nueva forma de concentración y centralización de la economía. A la par con nuevas técnicas de explotación (fordismo y taylorismo) los monopolios estiraron sus brazos más allá de las fronteras nacionales lo que provocó las guerras mundiales.
Dentro de un mundo bipolar EEUU se erigió como el claro ganador en la contienda intercapitalista, en la cual la lucha contra el bloque socialista, el desarrollo tecnológico y la hiperacumulaciòn de los grandes conglomerados empresariales generaron una nueva etapa en la vida del capitalismo.
En los 70s las llamadas multinacionales emergieron como nuevos actores de la Relaciones internacionales, quienes necesitaron de nuevos mercados y nuevas formas de acumulación para la reproducción del sistema. Por lo cual, de una etapa dominada por el capital industrial, se engendró una nueva etapa dominada por el capital financiero globalizado e hiperconectado en todos los rincones del planeta; ya nada sería ajeno a la expansión y crisis de los mercados bursátiles, una vez derrotada la URSS.
El desarrollo del capitalismo estuvo marcado por distintos métodos de producción, por las luchas interburguesas, por  luchas de distintas fracciones dentro de la clase y las distintas formas de doblegar y dominar al proletario a lo largo de la historia.
Para entender el por qué de las empresas off shore y los conglomerados financieros, es necesario comprender las distintas formas de sustracción de la plusvalía por parte los capitalistas a los trabajadores. 
Desde el comienzo de la revolución industrial la manera de explotar  a los trabajadores fue por medio de manufactura, en la cual el obrero todavía conservaba cierto control en la producción total del producto, pero ya no como artesano sino como operario. Esta situación se fue modificando a través de la introducción de nuevas tecnologías y el desarrollo de la división social del trabajo hacia la producción de las mercancías a más grandes escalas, lo cual se hizo por medio del trabajo a destajo descentralizado en los distintos hogares de los trabajadores o en establecimientos donde se ejercía un mayor control de lo producido. A fines del siglo XIX, la industria pesada modificó el método de producción y produjo un salto cualitativo en el desarrollo internacional del capitalismo, que con creación del acero para la producción de ferrocarriles, barcos y maquinarias, las distancias y los costos fueron cambiando significativamente.
Entrado el siglo XX las nuevas técnicas fueron variando en distintos aspectos, como se mencionó antes, la producción en serie junto con la nueva moral impuesta al obrero se conjugaron con las distintas formas de concentración y centralización de los grupos empresariales, desde los Trust, cáteles, organizaciones verticales u horizontales, etc., las empresas se fueron transformando en conglomerados.  

El desarrollo del capitalismo en cada una de sus etapas no estuvo determinado únicamente por las condiciones objetivas (sean técnicas, tecnológicas o de recursos), también estuvo enmarcado dentro de la puja social entre la explotación y de la resistencia de la clase obrera.

Desde sus comienzos la conformación de la burguesía como clase tuvo un rostro humano representado por los incipientes propietarios de las distintas empresas, sea comercial o financiera. En la Alta Edad Media fueron los navegantes del Mediterráneo quienes tuvieron la mayor capacidad de desarrollo económico. En la Baja Edad Media y con el advenimiento del Estado Absolutista necesitado de recursos para solventar el lujo de las distintas Cortes, hicieron su aparición los novedosos prestamistas, en lo que se conocería como las instituciones bancarias, donde distintas familias (muchas de origen judío) produjeron un linaje generacional dedicado a ésta actividad específica.


El hombre hecho a sí mismo

Para las teorías fundadoras de la filosofía liberal ( Jhon Locke y  Adam Smith), el individuo fue el eje fundamental del basamento de la sociedad civil. Dentro de ésta corriente de pensamiento ese individuo que se hace a sí mismo sin necesidad de lazos solidarios, la clase es negada o desconocida.
 El individuo en Locke es quien posee lo que obtiene por medio  de su trabajo,  mientras en Smith todo aquello que beneficia al individuo también beneficia a la sociedad; es obvio que cuando hablan del individuo están hablando del burgués que se va aspirando a ser la clase dominante.

En el transcurso de la revolución industrial quienes eran propietarios de las fábricas, sean chicas o grandes, eran personalidades que representaban a ese self made man surgido desde su propia virtud y capacidad, plasmada en las nuevas e incipientes empresas capitalistas, dirigidas y representadas por los mismos propietarios fundadores.
Es el sujeto social que simboliza el sistema capitalista que crea y posee, que no tiene lazos estamentales, ni herencia de sangre, aunque sí de lazos hereditarios propietarios; ésta es la falencia ontológica primaria (no la única) del sujeto social construido por la burguesía.
Durante el siglo XIX la burguesía fue consolidando su dominación, con resultados disímiles de acuerdo al desarrollo de cada país, al mismo tiempo en que se iba conformando la clase obrera como la negación de la clase explotadora. Esta nueva clase obrera formada en las grandes plantas industriales fue ejercitando sus músculos y su cerebro, anteponiendo a la dominación y coerción del Estado burgués las luchas revolucionarias cristalizadas en la Francia de 1848 y en la Comuna de París de 1871.
La clase obrera tuvo durante el siglo XIX a su enemigo de clase frente a frente, tanto sea en las fábricas como  en un Estado conformado a imagen y semejanza de lo que la burguesía y los viejos estamentos europeos necesitaban para ejercer su dominación. Mientras en las fábricas el obrero, embrión y génesis de todas las ofensas, se encontraba cara a cara con la explotación, las relaciones sociales tenían el rostro humano de quien era el poseedor de los medios de producción, cuyo nombre y apellido  era su propia marca registrada. El patrón tenía presencia corporal, controlaba y vigilaba directamente o por medio de un cuerpo jerárquico. El sistema transparentaba la clara imposición de un grupo social sobre otro, explicitando quién imponía las leyes y signaba valores de acuerdo a sus intereses. La explotación era del hombre por el hombre, dentro de un marco social creado en función del mantenimiento de privilegios para unos y sometimiento para otros, que clarificaba quien era el enemigo a vencer dentro de una guerra de trincheras bien determinadas.
Esto puso en entredicho la pretendida hegemonía de la burguesía hacia la sociedad civil, al mismo tiempo que cuestionaba la dominación por medio del monopolio de la legítima violencia estatal.

A medida que las nuevas tecnologías fueron incorporadas a la producción, la composición orgánica del capital fue cambiando, alienando aún más al obrero y subsumiéndolo en la propia mercancía producida. El objeto cobraba vida frente a un sujeto objetivado.
La despersonalización del obrero frente a la tecnología (lo que Marx llamó trabajo pretérito) tuvo su correlato en la necesidad de la burguesía de generar una nueva cultura que naturalizara la mercantilización de la vida y quebrara así la identidad socialista de las clases trabajadoras (taylorismo), al tiempo que la circulación del capital a escala mundial imponía nuevas formar de reproducción, donde ya no era necesario el propietario “estático” en su propia fábrica, sino un inversor versátil y globalizado, que el propio desarrollo mundial del capitalismo hacía necesario ante la erupción del capital financiero como eje central del propio sistema.
La necesidad de crear nuevos mercados a fin de que el capital no se estanque y muera, tuvo en su fase financiera la fórmula “mágica” para crear nuevos ámbitos para “desahogar” la sobreproducción y generar nuevos lazos sociales de dependencia entre las naciones.
Para entender esto es necesario comprender que el capital es una relación social y que todo capital que se inmoviliza deja de ser capital.


Ahora bien, si el flujo financiero tuvo la particularidad de movilizar una masa varias veces superior a todos los PBI de los países del mundo, también despersonalizó a la burguesía en su rol de clase explotadora de los trabajadores y saqueadora de las regiones empobrecidas. Las sociedades anónimas y otros tipos de fusiones invisibilizaron al burgués mientras naturalizaban las leyes del mercado, para así quitar del medio todo rasgo social ante la situación de empobrecimiento de la población mundial.
Siguiendo ésta lógica, ya no hay causa ni efecto, todo se da por leyes que son inherentes a nuestra existencia, lo cual hace inútil luchar u oponer resistencia. Así, como sin oxígeno no  podríamos respirar, las leyes del capitalismo se nos impone a modo de leyes inmutables y eternas, en las cuales vivimos en una suerte de libertad regida por la necesidad de vivir atados a ellas (el reino de la necesidad). Rememorando el panóptico de Foucault, ya no se necesita del ojo vigilante del amo que alimenta al ganado, sino que la dominación está internalizada en nosotros mismos, atados al oxígeno que nos somete pero al mismo tiempo nos hace creer que no podemos prescindir de él.
La burguesía logra de éste modo la aceptación de que la conservación de privilegios no es la voluntad de una clase, sino de reglas que disponen armoniosamente las partes en un todo, donde unos ganan todo y otros pierden todo. Los trabajadores son, de éste modo, meros hombres productores de su propia supervivencia.

Sin rostro humano y con relaciones sociales naturalizadas, los explotados se encuentran ante un enemigo invisible, etéreo, donde todo intento de resistencia son golpes al vacío. Ya no se trata de la omnipresencia de la burguesía, sino de internalizar la dominación, de ser nuestros propios carceleros.



Desde lejos no se ve.

A través de la historia del capitalismo la burguesía fue ganando experiencia en las formas para consolidar la dominación y la hegemonía en la sociedad civil. Experiencias que estuvieron cruzadas por grandes enfrentamientos (huelgas, movilizaciones, etc.) o por grandes derrotas (revoluciones, guerras civiles, guerra de guerrillas, etc.), lo cual devino en escindir la dominación entre poder político y poder económicos. La conformación de políticos profesionales con una burocracia especializada, desligó a los empresarios de la confrontación directa y la lucha política por los espacios de gobierno, preservando así al poder económico ante una crisis política, o derivando las crisis económicas, manifestadas en estallidos sociales, hacia los dirigentes políticos.
Como una suerte de fusibles eléctricos los políticos cumplen su rol no sin cortos circuitos con los grupos concentrados. Es así, en parte, como se logra salvar las relaciones sociales de producción y regenerar la gobernabilidad cambiando a una casta política por otra.

Es significativo como éstos roles jugaron un papel importante en la crisis hiperinflacionaria de 1989 y la crisis de la convertibilidad del 2001 en Argentina. Otro ejemplo es como en el capitalismo maduro de EEUU, devenido en imperialismo, los conglomerados económicos ejercen presión (lobbies) a los congresistas y al ejecutivo a fin de que gobiernen en consonancia con sus intereses. La legalidad del lobbie en EEUU termina haciendo del régimen político democrático un eufemismo. Eufemismo para no llamar plutocracia a la democracia yanqui.

En otro extremo se encuentra el nuevo capitalismo impuesto en la ex URSS y en los países que integrantes del ex Pacto de Varsovia. Después de la caída del bloque soviético, la inmensa mayoría de la burocracia se apropió de las fábricas y de todos los medios del Estado a fin de convertirse en una nueva burguesía. Esta etapa del capitalismo en los ex países socialista tuvo la impronta de un capitalismo inmaduro, donde la ilegalidad lindaba con la ley y la imposición de la protoburguesía mafiosa con la legitimación de la nueva forma de propiedad privada.
Marx decía que el capitalismo nace chorreando sangre y lodo, lo cual demuestra como la clase burguesa tuvo su período de violencia explicita y privada, para hacerse de los medios de producción y de sometimiento a los trabajadores. De mafioso a señores empresarios todas las burguesías siguen un mismo camino, pero en distintos tiempos y lugares. Otros de los aspectos idénticos a la génesis del capitalismo inmaduro, es la no separación entre los organismos políticos del Estado y los medios económicos. Como en los siglos XVIII en Inglaterra o el siglo XIX en EEUU, fueron los propios burgueses que detentaron cargos estatales, mientras que en el siglo XX esos puestos fueron delegados a los políticos de carrera o profesionales; aquí hay que destacar los famosos estudios sobre la burocracia de Max Weber.
El propio presidente Vladimir Putin es un burócrata de la KGB devenido en capitalista que a su vez ejerce la política como caudillo, lo cual manifiesta en qué etapa se encuentra la burguesía autóctona dentro de Rusia.
Otro ejemplo claro de la inmadurez de ésta nueva burguesía fue la lucha separatista de las regiones de Crimea, Donetsk y Lugansk, que al producirse el golpe de Estado prooccidental en Ucrania, se rebelaron contra todo el sistema social y político, ya la propia burocracia estatal era ejercida por los mismos grupos mafiosos que se habían adueñado de las fábricas una vez caído el bloque soviético. Por lo tanto al oponerse a los estamentos estatales se opusieron a la propia burguesía.

Aunque el caso de Donald Trump en EEUU y Mauricio Macri en Argentina son claros ejemplos de supuestos empresarios exitosos que juegan en el ámbito político, no deja de ser una excepción de actores económicos con una conducta ajena a sus grupos de pertenencia. Si bien son empresarios que hacen política, también son el emergente de una burguesía que supo aportar a distintos candidatos electorales en distintas épocas (inclusive Trump aportó plata tanto a Hilary como a los republicanos en la anterior elección presidencial) y que también  expandieron sus empresas haciendo negocios con los distintos gobiernos (la familia Macri supo desarrollar sus negocios desde la última dictadura hasta el gobierno kirchnerista).


La ideología de lo oculto

Marx logró comprender, por medio del materialismo histórico, que las relaciones sociales capitalistas no son inherentes al ser humano, sino que son la emergente de la lucha entre clases por la obtención del excedente producido en un momento histórico dado, lo cual lo llevó a develar que la naturalización del sistema capitalista era sólo una forma de imponer la dominación de la burguesía hacia el proletariado, y que todo proceso histórico contiene su certificado de muerte en sus entrañas.
Desde la cárcel fascista Gramsci pudo reflexionar sobre los escritos de Marx, la Revolución Rusa y la derrota de los obreros de Turín. Dentro de sus conclusiones pudo entender que la burguesía logró  imponerse y sobreponerse a las luchas obreras por medio del desarrollo de la hegemonía ideológico /cultural, logrando así que las clases subalternas incorporen como propios los intereses burgueses y naturalicen la explotación dentro del sistema capitalista. Por lo tanto, cuando estas clases subalternas internalizan el orden establecido como algo ajeno al desarrollo histórico socio/cultural, se coarta toda posibilidad de rebelión y del desarrollo de otra forma de relación social que no sea de la de la explotación del hombre por el hombre.

Cuando Marx y Engels sostuvieron que el capital no tenía ni patria ni bandera, pudieron ver la propia esencia del capitalismo y de la clase que lo sostiene. Comprendieron al burgués como ser social e histórico en su existencia ontológica de apropiador de plusvalor y reproductor del capital, en la cual se alienaba a la clase obrera pero que al mismo tiempo se alienaba así mismo dentro de su propio sistema.  La Revolución industrial en el siglo XVIII y XIX contó con la capacidad y la fuerza de una burguesía progresista e innovadora en los métodos de producción y de una nueva forma de conformación social y política de la sociedad. Más de dos siglos después la burguesía financiera se fue disociando de la producción y comercialización de las mercancías, para relegarse a una esfera de generación de dinero por medio del dinero, dominando sólo las técnicas financieras que poco o nada responden a la realidad productiva de la economía de los pueblos.

Por lo tanto la burguesía financiera imperialista se reafirma ontológicamente en la reproducción de su presente, pero teleológicamente es nula. Mientras el proletariado está coartado en la alienación que objetiviza su subjetividad y anula sus potencialidades, se potencia a su vez teleológicamente mediante la negación de su ontología. La burguesía es y se reafirma en un presente sin futuro, mientras que la clase obrera trata de negar su presente en una realización futura negándose como clase.



La burguesía no reafirma su poder solo en la cohesión estatal, ni en la posesión de los medios económicos de producción al determinar la dominación de la superestructura, como sostuvo el estructuralismo althusseriano, sino que, como mencionó Gramsci, en los países con una sociedad civil desarrollada, son los intelectuales orgánicos los que transforman la ideología dominante en sentido común, haciendo aceptable los valores burgueses para el resto de las clases sociales.

… Se puede fijar dos grandes planos superestructurales, el que se puede llamar de la “sociedad civil”, que está formado por el conjunto de los organismos vulgarmente llamados “privados”, y  el de la “sociedad política o Estado”, y que corresponde a la función de “hegemonía” que el grupo dominante ejerce en toda sociedad y a la de “dominio directo” o de comando que se expresa en el Estado y en el gobierno “jurídico”. Estas funciones son precisamente organizativas y conectivas. Los intelectuales son los “empleados” del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político, a saber: 1) del “consenso” espontáneo que las grandes masas de la población da a la dirección impuesta a la vida social por el grupo fundamental dominante, consenso que históricamente nace del prestigio ( y por lo tanto confianza) que el grupo dominante deriva de su posición y de su función en el mundo de la producción: 2) del aparato de coerción estatal que asegura “legalmente” la disciplina de aquellos grupos que no “consienten” ni activa ni pasivamente, pero que está preparado para toda la sociedad en previsión de los momentos de crisis en el comando y en la dirección, casos en que no se da el consenso espontáneo. “Cuadernos de la Cárcel, Los intelectuales y la organización de la cultura”.


En este sentido, durante la revolución húngara, György Lukács escribía sobre los modernos partidos políticos como una forma  concebida dentro de la propia sociedad capitalista para universalizar la cultura y abarcar las amplias capas sociales, cuya existencia y conciencia no eran acorde a la burguesía.

“El moderno concepto de partido nació en la sociedad capitalista. El fundamento de su existencia, junto con la complejidad de las contradicciones de intereses dentro de la clase dominante (cuya unidad solo puede volvérsele manifiesta al proletario) es el hecho  de que amplias capas de la sociedad capitalista (pequeñoburgueses, intelectuales, campesinos) no poseían una pertenencia de clase unívoca, ni una conciencia clara acorde con dicha pertenencia.
La esencia de la organización de un partido consiste pues, en la nebulosidad de la conciencia de clase.
…El partido representa, aparentemente, los intereses de la “totalidad”, y no solo los de la clase individual.
…El recubrimiento ideológico solo tenía el fin de conseguir que grupos sociales despojados de conciencia clara se pusieran al servicio de ciertos intereses”. Artículo de “Partido y clase” 1919

Por lo tanto los partidos políticos son un instrumento para superar las contradicciones de clases, al manifestarse como un instrumento universalizador de toda la sociedad, que busca el bien común. Si bien Lukács ve en su época que la construcción de hegemonía (al decir de Gramsci) era direccionada a grupos sin conciencia de clase, exceptuando a clase obrera húngara que si la tenía, actualmente vemos como las burguesías lograron quebrar la conciencia de clase y la cultura socialista de los trabajadores, imponiendo la cultura individualista y consumista a escala global, a través del desarrollo de organizaciones civiles como las ONG, Medios de comunicación, etc.


 La tan afamada globalización es la hegemonía del capitalismo financiero transnacional.

Si bien el desarrollo del capitalismo financiero tuvo como motivo primario el de expandir y reproducir el capital, ya sea en busca de nuevos mercados para la adquisición de materias primas o la de colocar productos elaborados, también tuvo como objeto la de conformar redes de sociedades que facilitaron la concentración y centralización de la economía, tanto a nivel nacional como mundial. Dentro de estas redes financieras los capitalistas pudieron (y pueden) transferir grandes recursos, evadiendo los diferentes controles estatales, diversificando la producción y ocultando los orígenes de quienes son los titulares de las sociedades.
Es así como un país puede ser saqueado por medio de las transacciones bursátiles bancarias, su moneda nacional  puede ser “atacada” por especuladores o sus empresas vaciadas para trasladarse a otros países con costos salariales más bajos.
La dominación del imperialismo por medio del capital financiero está necesariamente entrelazada con la hegemonía ideológica cultural, que universaliza los “valores” de la burguesía financiera y naturaliza las reglas del capitalismo.
 En el libro “Crisis financiera Global”, Merino y Formento, definen a esta nueva forma de capital financiero como una red horizontal y descentralizada territorialmente, que subordina las instituciones nacionales e internacionales:

“Se expresa en una Red de gerencias locales, en una relación de horizontalidad y autonomía entre ellas, pero subordinadas verticalmente al directorio de los dueños de las acciones de los fondos financieros de inversión global –FFIG-. Esta Red local se organiza como nodo que enlaza, media y coordina una estructura flexible, informal y tercerizada que alcanza como mínimo al 80 % de la estructura. El 20% restante lo compone la estructura formal de la gerencia local de la Red y de ensamble.”

“Esta forma de capital hace al tercer momento del capital financiero. Primero fue el capital financiero internacional, la forma internacionalizada de capital dinero a préstamo; luego la corporación multinacional que controlaba activos físicos en múltiples países, y ahora la forma de Red Financiera Global que supera al Estado nación de país central como territorialidad social, descentralizada fragmentada, hiperespecializa activos físicos y monopoliza el conocimiento estratégico de cómo hacerlo (know how).”


Por lo tanto, no sólo lo económico imprime su marca en la “nueva era globalizada”, también está enmarcada dentro de una nueva forma de dominación mundial a través de una despersonificación de la relaciones sociales. Ya no hay patrón de fábrica ni leyes impuestas por individuos, son sólo leyes y normas implícitas en un gobierno de nadie y sin basamento territorial.
Grupos financieros que compran empresas que no dirigen, de  productos que no conocen, en países a los que nunca viajaron. Reglas impuestas como leyes que no se escribieron y nunca se votaron.


Merino y Formento lo llaman Estado Red Global  y describen seis características centrales:

1)      Máxima liberalización del comercio internacional
2)      Constitución de un Gobierno Global. Multilateralismo unipolar contrapuesto al multilateralismo multipolar
3)      Desarrollo de Fuerzas Armadas Globales
4)      Democracia global virtual ficticia, con mayorías desmovilizadas, desarticuladas y desorganizadas.
5)      Dinero global electrónico
6)      Desarrollo de la Red de ciudades financieras globales – city`s financieras- como modo de territorialidad social.



Gobierno de nadie, fabricas sin dueños (visibles), ideología e intereses impuestos como leyes naturales. Esta es la forma más perversa y compleja a la que los pueblos del mundo están sometidos, donde toda resistencia es un golpe al vacío en la cara de un sistema  sin rostro humano.