Fin de ciclo o el fin de una facción del
peronismo.
Ibarra Eduardo
Un posible triunfo de Macri implicaría una clara homogenización del
aparato estatal y de los Medios de comunicación, así como una hegemonía al
estilo de los 90s por parte de la
oligarquía transnacionalizada y los conglomerados extranjeros, todo lo cual
generaría un gran daño a las clases trabajadoras y a los sectores marginados
(todo enmascarado en un supuesto ambiente político de pluralidad y consenso),
de difícil ponderación. La nueva derechización de la cultura nacional, haría
que dentro del peronismo las fuerzas más reaccionarias aliadas a los sectores
concentrados, busquen un nuevo consenso interno, a fin de regenerar el Partido
peronista con vista a reestablecer un nuevo proyecto para lograr recuperar el
poder estatal perdido. Pero no sólo las fuerzas del pejotismo tradicional se
“adaptarían” a un nuevo panorama político. Dentro del propio kirchnerismo
bastos sectores buscarían acomodarse sin ningún prurito ideológico al nuevo
orden interno.
En un mundo que no crece al ritmo
que venía creciendo y con una caída de los precios de los comódities, el
triunfo del macrismo daría un cambio histórico en el entramado de los Partidos
políticos en la Argentina, por lo que la derecha lograría por primera vez en su
historia conformar un Partido de masas, sin la necesidad de aplicar políticas
liberales por medio de golpes de Estado (el Partido militar) o por medio de
captar a las facciones de derecha dentro del peronismo.
Dentro de
éste posible panorama la figura de Cristina como líder espiritual del
movimiento, no quedaría tan definida, ya que el peronismo como Partido/Estado
implica necesariamente la subordinación a un orden jerárquico y a una cadena de
mando encuadrada en quien logra erigirse como conductor. Por lo tanto, si
Scioli pierde el ballottage, sería hacía adentro del pj donde las fuerzas
contrarias al kirchnerismo harían su aparición manifiesta en el reclamo por la
conducción del aparato.
En las circunstancia actuales el
sector mejor posicionado es el de Sergio Massa y De la Sota, quienes
conservaron sus respectivos bastiones territoriales y quienes, alianza de por
medio, lograron preservar y en parte acrecentar la cantidad de votos obtenidos
en las primarias abiertas.
Dentro del ballottage el Frente
Renovador es el árbitro de una disputa que genera desgastes entre los
contrincantes, sobre todo del Frente para la Victoria cuyo pronóstico de
triunfo contundente en primera vuelta no fue logrado. Sea cual sea el resultado
el kirchnerismo queda debilitado por la falta de un candidato propio a nivel nacional, y por la derrota de la
lista “ideológicamente pura” encabezada por Aníbal Fernández y el paracaidista
Martín Sabbatella en la provincia de Buenos Aires.
La propia esencia del peronismo y su
falta de doctrina basada en una filosofía propia, hace que todo pueda ser
adaptado a las circunstancias políticas coyunturales, frases de Perón
todoterreno de por medio, y a toda necesidad de acople nacional a los requisitos
de la conformación de capitalismo global. Los liberales y en parte la izquierda
nunca entendieron el carácter pragmático de la dirigencia peronista, la cual
fue transformando al primario movimiento nacional de tercera vía a un aparato
burocrático partidario acoplado al Estado, que no sólo es un medio para acceder
a sus órganos políticos, sino que es la constitución de una ideología de
legitimación del ejercicio del poder.
Hasta ahora, el sello peronista fue el que
legitimó el ejercicio de gobernar el Estado en todos sus estamentos.
Un nuevo panorama de hegemonía de
las oligarquías transnacionales financieras, repercutirá indefectiblemente
hacia dentro del peronismo y nuestra historia ha demostrado que el pierde no
vuelve, salvo Perón; y no le fue nada fácil.
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