6 de enero de 2015

El triunfo de la Revolución Cubana

Ibarra Eduardo

El establecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y EEUU marca un hito histórico, no sólo por el pasado controvertido entre ambas naciones, sino porque abre hacia adelante un sinfín de posibilidades y por ende resultados. Por lo tanto estamos ante un nuevo proceso histórico en el cual los latinoamericanos somos parte. 
El hecho de que la noticia se haya dado sin preámbulos anteriores, salvo los encuentros a puertas cerradas, y que al unísono tanto Raúl Castro como Obama hayan pronunciado su discurso, manifiesta la particularidad y complejidad de los procesos políticos tanto hacia el contexto internacional como hacia el interior mismo de los EEUU.
A diferencia de los grandes medios hegemónicos y de los intelectuales del imperialismo (autóctonos o extranjeros), la mirada tiene que estar puesta hacia el interior del gobierno norteamericano, su situación socio/política y su estrategia global.
Si bien se ha hablado siempre de que Cuba necesitaba cambios, el hecho de que se restablezcan las relaciones diplomáticas es un claro triunfo de la Revolución. Desde 1961 Cuba siempre ha luchado en contra del bloqueo y los ataques del imperialismo, tanto Fidel como Raúl han sido consecuentes en reclamar el reconocimiento y el diálogo entre Estados de igual a igual, no como sostienen los medios hegemónicos  que el aislamiento es propiciado por y para el “régimen”.
Desde que el imperialismo yanqui rompió las relaciones diplomáticas y comerciales con la isla, los cubanos han sufrido pérdidas  económicas y de vidas. El gobierno yanqui ha tratado de acabar con la Revolución Socialista de distintas formas, ya sea por atentados terroristas, magnicidios, sabotajes, campañas internacionales de desprestigio, mentiras, invasiones y por supuesto el famoso bloqueo económico. Todas estas medidas fueron infructuosas y contraproducentes para el imperialismo. Sin bien el bloqueo supuso pérdidas económicas, que se calculan entre 100.000 a 150.000 millones de dólares, la cohesión interna y la defensa de la revolución siempre estuvo presente en el pueblo cubano.
El embargo y los ataques a la Revolución fueron siempre actos unilaterales por parte del Gobierno de EEUU y la lucha contra éstos fue encabezada por Cuba, lo cual se expresa claramente en la frase de Fidel: con seis meses sin embargo demostraremos de que es capaz el socialismo. Por lo tanto no hay nada nuevo bajo el sol del Caribe en su larga lucha.

Si bien el embargo todavía sigue firme y la ley Helms Burton (1996) sigue vigente, el impacto en la economía cubana es inmediato, ya que en uso de las facultades ejecutivas, Obama ha dispuesto una serie de modificaciones con respecto a elevar las remesas enviadas a la isla, de 500 a 2000 dólares, la ampliación de permisos de viajes turísticos y familiares, la posibilidad de compra de materiales de construcción y agrícolas a EEUU, la importación de productos cubanos por parte de viajeros norteamericanos y el establecimiento de distintas red de telecomunicaciones.

Todo esto coronado con la vuelta a la Patria de los tres héroes cubanos injustamente presos en las cárceles del imperio, lo cual ha dado una mayor alegría al pueblo y ha demostrado que el socialismo es parte de la construcción de la cultura y del sentimiento nacional, hecho muy distinto con lo sucedido del otro lado con la devolución del infiltrado yanqui Alan Gross.

El ojo de la tormenta

El epicentro de las dudas gira en torno a la posición de EEUU y màs precisamente  del Poder Ejecutivo.

La asunción de Obama a la presidencia marcó la ascensión de un nuevo bloque de poder dentro de EEUU. En la era Busch y su lucha contra el llamado terrorismo, los poderes económicos que prevalecieron fueron los de la industria nacional en consonancia con los sectores políticos conservadores, quienes entendieron e impulsaron una política exterior con claros dominios unilaterales por parte del poder centralizado del imperialismo yanqui.  Su concepción fue plasmada en la intervención militar unilateral hacia los países petroleros de Medio Oriente y en la intervención directa en el establecimiento de gobiernos e instituciones, cuyo eje de expansión fue el Atlántico.
En el período demócrata el nuevo bloque de poder estuvo conformado por los capitales financieros globales en acuerdo con los sectores políticos liberales. Este nuevo bloque de poder tuvo, y tiene, sus intereses en el desarrollo de los mercados mundiales, sin necesitad de políticas proteccionistas nacionales. La concepción  imperial por parte de éste bloque se manifestó como una forma de poder unipolar pero de dominación multipolar, ósea ya no se necesitó de la intervención directa, sea por invasión militar o por intervención en la construcción político institucional, sino que la hegemonía se conformó en forma de red, sin la necesidad de la acción directa de las fuerza imperiales, sino con acuerdo e intereses compartidos con las distintas élites regionales.
Su eje de expansión se encuentra en el Pacífico y el bloque contra hegemónico se encuentra representado por China.
Esta nueva conformación del bloque hegemónico imperialista comenzó a fracturarse a partir de la crisis del 2009 y su réplica en el 2011, lo cual manifestó que si bien los mercados se encontraron globalizados en su desarrollo económico/financiero dentro del crecimiento mundial, también lo fueron en las crisis que el propio sistema genera.
El impacto de los títulos subprime y derivados tuvo un efecto profundo en la estructura social y económica de EEUU, que se manifestó después con la pérdida de poder de la gestión Obama.
La crisis global golpeó los cimientos de sustentabilidad del bloque de poder hacia adentro, demostrando que el imperialismo era vulnerable ante las contradicciones de su propia dominación global, y sensible ante la decadencia social producto de la caída de empleos, ejecución de viviendas embargadas, aumento de las bandas narco delincuentes, incremento de la población carcelarias (latinos y negros) y la pérdida del poder adquisitivo de las clases trabajadoras frente al cada vez más abultado incremento patrimonial de las clases altas.
Este nuevo panorama dio una nueva oportunidad a los sectores màs reaccionarios y conservadores de la sociedad norteamericana, quienes demostraron su poder frente a los resultados en las últimas elecciones de la era Obama. El Tea party y el copamiento del Congreso por parte de los Republicanos, vino acompañado de un resurgimiento del nacionalismo màs rancio y de los sectores económicos nacionales que bregan por una política económicamente proteccionista y de corte xenófoba. También el avance de grupos de extrema derecha, como el KKK o la asociación del rifle, han marcado una nueva agenda en las cuestiones internas.

La reciente manifestación y levantamiento de la comunidad negra, por los sistemáticos abusos policiales, dio por tierra la última carta que podía esgrimir Obama, la de la igualdad racial y los derechos civiles, por lo que podemos entender, o atinar a entender, que el interés  de restablecer relaciones con Cuba puede llegar a estar enmarcado dentro de la lucha política interna de los EEUU. Puede ser la última gran medida de despedida de la administración Obama, ante un inminente triunfo presidencial republicano y ante los sectores populares y progresistas nacionales, que vieron frustrada la posibilidad de medidas sociales como un cambio profundo al sistema de salud.
Pero también tenemos que entender  èste cambio de cara al posicionamiento de EEUU en el mundo, tanto en su claro desprestigio moral, como en la pérdida de liderazgo político y económico, por lo que ésta medida podría implicar la necesidad de un lavado de cara frente a èste panorama.  Igualmente importante es la presión de sectores de la burguesía que ven la apertura hacia Cuba como una posibilidad de negocios.

La pelota está en el campo de los EEUU quien tendrá que revalidar éste cambio en un Congreso dominado por los sectores conservadores, tanto de los republicanos como de parte de algunos demócratas.


Un proceso es un final abierto

Si bien estamos presenciando un cambio trascendente, no podemos anticipar un resultado, ni el rumbo que se tomará a partir de èsto.
Todo marxista serio entiende que los procesos históricos son el inicio de una construcción a futuro, donde las fuerzas en pugna van dibujando el devenir de acuerdo a la correlación de fuerzas, aunque en las relaciones internacionales no sólo juega la fuerza un rol importante, sino también la oportunidad que los actores tienen de actuar.

Desde los distintos medios hegemónicos que operan en EEUU y en América Latina han tratado de predecir y bregar por un cambio en Cuba. Desde la caída de la URSS y el campo socialista, los opinólogos e ideólogos del imperialismo han deseado ver a la Revolución de rodillas y acabada, dando un sinfín de teorías y análisis de poca monta y de dudosa rigurosidad científica. Sin embargo el pueblo cubano fue haciendo y enfrentado las distintas situaciones con cohesión y sin bajar las banderas, lo cual no es, como cacarean los medios imperialistas, la dominación de un Estado dictatorial hacia una población sojuzgada, sino una revolución hecha carne en el mismo pueblo cubano.
Hoy ante la frustración de los deseos imperiales y  de sus lacayos, el nuevo argumento se direcciona hacia un cambio pacífico y sin sobresaltos, hacia la implementación de medidas de corte capitalista, donde la introducción de divisas e intercambios comerciales supondrá indefectiblemente el fin del socialismo y de la vanguardia del Partido Comunista. Esta predicción cae en el simplismo economicista, donde se entiende a la complejidad de un pueblo y su cultura sólo atada a las transacciones mercantiles. Un pequeño gran detalle que no toman en cuenta es que el crecimiento económico de Cuba, dará recursos a la Revolución para seguir desarrollando planes sociales que fortalezcan al socialismo.

Más allá de los problemas económicos y de la difícil situación de Venezuela frente a la baja del barril de petróleo, el pueblo cubano ha demostrado que no claudica en sus principios, ni en ser él quien forje su propio destino.










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