16 de mayo de 2013

Cacerolas para todos


Ibarra Eduardo

La sistematización de la protesta por parte de las clases medias  (burguesía y pequeña burguesía), denominada cacerolazo, es la expresión de la dislocación entre un nuevo tiempo político y las clases dominantes, que reclaman la vuelta al cause “normal” de las políticas y cuadros burocráticos del Estado.
Ésta manifestación  “lógica” por parte de la sociedad civil, es el síntoma de la anterior hegemonía perdida pos caída de la URSS. , en la cual la llamada y tan ponderada globalización, no sólo unificó costos y otras variables económicas, sino también potenció la transmisión de información (y con ello demandas, intereses e identidades) y  conformó la nueva forma de internacionalismo burgués supeditado al capital financiero y sus vaivenes.
La década pasada logró abroquelar a la burguesía financiera y sus socios minoritarios, homogeneizando a ambos en un mismo y “renovado” sistema capitalista en consonancia con el Estado mínimo liberal. Si bien en un plano económico implicó la destrucción del aparto productivo de los países periféricos y una inmensa deuda pública, en lo político reclamò con éxito la subordinación total de los dirigentes y cuadros burocráticos a la gerencia de los capitales, donde la columna vertebral de éste tipo de ideología, fue el grito de victoria del fin de la historia y de la ideología, como forma de expresar la derrota de la única corriente filosófica/política al capitalismo, el marxismo. Sin embargo; y visto retrospectivamente, el determinismo  hegeliano de Fukuyama, fue màs el gemido de una hiena herida que el canto de victoria del león imperialista. Fue la impotencia del propio pensamiento liberal ante la incapacidad de superación y proposición del propio sistema y su entramado teórico. El fin de la historia y de la ideología fue y es la expresión ante la no posibilidad de transformación en un nuevo panorama abierto y descarnado de su propia naturaleza, sin filtros ni fronteras,  frente a un futuro que solo puede negar y el fin de todas las etapas posibles. El exitismo puro marcò el nivel de una cultura histérica y hedonista  de rompimiento con las relaciones sociales y del Estado intervencionista.
Las crisis manifestaron el carácter retardatario y reaccionario del propio sistema[i], chocando con ese autoproclamado espíritu de adaptación, que con el concepto simplista de cambio permanente, la burguesía trató de sepultar todo análisis crítico e histórico naturalizando las relaciones sociales de producción[ii]. Este fin de la historia no es màs que el fin de la historia del capitalismo y por ende de su capacidad transformadora, sumida en una crisis civilizatoria que hunde a toda la humanidad en todos sus aspectos.
Las fracturas de la hegemonía hizo posible el surgimiento de nuevos y heterogéneos tipos de organizaciones sociales y políticas, asì como nuevas formas de luchas que han impreso su marca (màs o menos profunda) en los nuevos gobiernos latino americanos del siglo XXI. La coyuntura económica mundial y con el alza permanente de los precios de los comodities, constituyó las bases de sustentación de nuevas políticas Estatales y reelaboración de teorías alternativas al dominio del capital.
Desde la heterogeneidad de los gobiernos de nuestra región, con sus particularidades históricas y geográficas, se ha podido lograr grandes avances en la satisfacción de demandas a sectores otrora olvidados y negados, dando una amplia masa crítica de apoyo popular y sustentación de los procesos iniciados.


En nuestro país
A grandes rasgos el proceso iniciado en el 2003 produjo a nivel económico:
1.       El quiebre de la hegemonía política económica del capital financiero.
2.       El proceso de acumulación de capital por parte de la burguesía nacional industrial, con fuerte proteccionismo.
3.       Crecimiento, concentración y centralización de los capitales agrícolas y extractivos, como fuente de recursos estatales para direccionarlos en transferencias y fomento de la industria.[iii]  – Es aquí donde surge la primer y gran contradicción-  Es una contradicción clave, ya que hace a la estructura misma de la economía nacional, pero no es la única.
El quiebre de la hegemonía político, en manos de la facción financiera de la burguesìa, de ninguna manera separa aguas entre un capitalismo serio y otro ficticio, ya que toda la estructura económica se encuentra subsumida en éste.
Los proyectos de promoción y creación de una burguesía industrial nacional (columna vertebral del modelo de Estado peronista jaurecheano) desconoce la relación de dependencia de dicha clase hacia el capital internacional[iv] y del respaldo, por parte de ésta, al “modelo nacional y popular” supeditado a la cuota de ganancia y a la contención del desborde social.
Por lo tanto, cuando baja la ganancia media el capital se expande en busca de nuevos mercados, reemplaza capital variable por capital fijo (tecnología por mano de obra) o realiza un vaciamiento en el globalizado prostíbulo bursátil, que provoca la tan mentada fuga de capitales, creando una crisis económica financiera en el modelo nacional industrialista.
Por otro lado, cuando los reclamos sociales y las reivindicaciones de los trabajadores, desbordan a las instituciones políticas, es la propia burguesía nacional que se suma al coro del canto fascista de la seguridad y gobierno castrense.

La nueva coyuntura internacional con el ascenso de China como nueva potencia económica y la necesidad de absorción de materias primas abundantes en nuestro país, generò un superávit comercial y tributario en el cual se sustentò las políticas económicas del gobierno kirchnerista. La política de crecimiento del mercado interno y el consumo masivo por parte de los sectores populares, chocaron con la pretensión de ganancia extraordinaria del sector agro exportador. Las retenciones fueron el marco donde se disputò la apropiación de ese excedente y la protección del mercado interno ante precios internacionales siderales.
La 125 fue la cristalización de esa pugna, asì como el broquelamiento de los sectores sociales màs reaccionarios e históricamente enemigos de peronismo “desarrollista”.

-LOS SECTORES MÀS BENEFICIADOS ECONÒMICAMENTE, NO TIENEN QUE SER NECESARIAMENTE LOS SOSTENEDORES DE LOS GOBIERNOS QUE LLEVAN ADELANTE  LAS POLÌTICAS ECONÒMICAS-


El actor político

El quiebre que se da o que se dio de la hegemonía post 90s, vuelve a reclamar posiciones perdidas en cuanto surgen (o provocan) crisis económicas / financieras.
Si bien la burguesía financiera puede generar zozobra, como clase no puede por sí misma cambiar un gobierno, por lo que históricamente se utilizó los golpes cívicos militares y actualmente el golpe institucional con movilización de las clases medias subsidiarias económica o culturalmente.
Los caceroleros y sus múltiples consignas, refieren (consientes o no) a un sólo motivo: la expresión clasista en el ámbito político, lo cual demuestra el malestar ante un actor social que es tenido en cuenta como partícipe  de las políticas públicas (aunque no sea el beneficiario primario). Y por otro lado se manifiestan en contra de la posibilidad abierta, de que ese actor social  reclame mayor participación  de la torta (PBI) y conquiste espacios de autonomía cultural.
La manifestación política de esta puja entre sectores sociales, se da por medio de la supuesta propiedad del poder delegado, donde la sociedad civil centra su justificación en el concepto individualista del ciudadano frente al poder dislocado (no representativo).
La concepción de democracia liberal en boca de los caceroleros, choca con el reclamo de un republicanismo roussoneano, que va tomando fuerza en el surgimiento de la democracia de masas del siglo XIX, anclan su justificación en el Estado como una estructura política necesaria para la realización y legitimación de la burguesía como nueva clase dominante, que frente a las clases subalternas naturaliza las relaciones sociales y frente al propio Estado es legitimadora del poder político como sociedad civil.  Por lo tanto ven al gobierno como subordinado a sus propios intereses, sea un gobierno democrático o dictatorial, el ciudadano cacerolero es el depositario del título propietario del poder delegado, que Locke mediante, puede reclamar su devolución. El ciudadano de la sociedad civil es la construcción cultural de la representación del burgués, que funda su legitimidad en el derecho como norma igualitaria y protectora de la propiedad de los medios de producción.
La clase obrera y su cultura socialista, con una concepción del republicanismo del siglo XVIII, pone en duda y en entre dicho la autoridad de la burguesía como conformadora de la organización social.  Es en el siglo XIX donde la democracia de masas se antepone a la democracia sectorial y desenmascara de su disfraz jurídico frente a los derechos económicos sociales.
Los caceroleros reclaman república pero borrando de su ADN, a Rousseau (y su rescate de la democracia ateniense), a los jacobinos y a todo el siglo XIX.
La conjunción entre el binomio liberalismo económico y liberalismo político, establece el marco de referencia entre los límites del sistema y sus contradicciones. Mientras que en las marchas caceroleras las consignas se mueven en torno a los límites de las libertades políticas y el reclamo por un gobierno que desbordó las funciones prefijadas (liberalmente) de la representación. También marca un lìmite implícitamente a las demás clases sociales que sostienen el proceso abierto en el 2003, conjurando los derechos políticos y jurídicos con los económicos impuesto por un Estado que dejó de ser mínimo.
El liberalismo político reclama lìmites jurídicos frente a la autoridad política, para frenar cualquier avance social y para que el propio estado no se “desnaturalice” de su función reguladora normativa y como aparato represor.
Contrariamente, el liberalismo económico no reconoce límites posibles y ve en la acumulación la realización de las clases propietarias, que son el sujeto del derecho y del propio Estado, proclamando el individualismo absoluto donde no hay (ni puede haber dentro del sistema) restricciones de expropiación de una clase frente a otras[v] (si la libertad termina en el derecho del otro, frente al liberalismo la propiedad no reconoce límites). Mientras el concepto de individualidad como identidad del otro para construir un colectivo, es censurado como violatorio del derecho; ósea pone límites jurídicos / políticos a los reclamos económicos de los trabajadores, pero reclamando libertad total para explotarlos.
Lìmite jurídico y libertad económica son la base de sustentación de la organización política del sistema, por eso los medios de producción son sacralizados y la propiedad privada de la fuerza de trabajo violada.


Cacerolas para el amo

Toda ésta gama de reclamos de frenos y desbordes, son edulcoradas con una mirada cristiana (y ahora papista) de la pobreza, objetivando al sujeto social para moldearlo a fin de ser funcional a los intereses de la llamada “sociedad civil”, por lo que el pobre tendría que educarse para ser un verdadero ciudadano y saber votar, que no es otra cosa que la aceptación por parte del esclavo de los valores y los intereses de su propio amo.
Cuando se educa se adoctrina en función de algo y de intereses impuestos por las clases dominantes.
Cuando se dice que los pobres y clases subalternas no saben votar se está diciendo que no votan en función de los intereses de las clases privilegiadas.
De todos estos elementos es donde surge la autoproclamada gentes del 46%  a los que hay que escuchar y obedecer, mientras que el otro 56%  un NN  social.







[i] Las invasiones a Irak y Afganistán con la sucesión de desajustes en oriente medio, marca la etapa senil del sistema ante las sucesivas y cada vez màs profundas crisis. 
[ii] La burguesìa en su conjunto puede adaptase a cualquier situación dentro de su propio sistema, pero rechazando la dinámica de la propia historia de la humanidad.
[iii] Si bien se hace una división a modo explicativo entre campo y ciudad, ambos están atravesados y subordinados al capital financiero.
[iv] Desde la oligarquía nacional a los empresarios de los 90s, la entrega a los capitales foráneos para convertirse en rentista (de la tierra y de la timba) fue una constante.
[v] Es el socialismo que reclama por la restricción a la expropiación de la propiedad privada de una clase sobre otras, defendiendo irrestrictamente la propiedad privada innata al hombre y que el capitalismo niega, la fuerza de trabajo. 

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