11 de mayo de 2012

Preguntitas para las izquierdas: ¿la parte o el todo?



(Por José Schulman)
¿Hacía donde va la Argentina?  ¿Hacia la estabilización de un capitalismo periférico, represor de toda oposición y depredador de los recursos naturales que expolia sin límites?    ¿O hacia un futuro de liberación nacional, integración regional, recuperación de la identidad y la dignidad como pueblo?
¿Qué actitud deben asumir los comprometidos con la Segunda y Definitiva Independencia de nuestra Patria ante un gobierno que un día promueve una Ley Antiterrorista, concilia con los asesinos de la concesionaria ferroviaria TBA o aprueba la instalación de una base de operaciones de la Cuarta Flota norteamericana en la capital del Chaco, a pocos kilómetros del famoso triángulo de la Triple Frontera al que los yanquis ansían desde años y que ahora tienen a tiro de escopeta y que al otro día se despierta nacional, popular y antimperialista recuperando el control de la empresa símbolo del nacionalismo, Y.P.F., cedida a precio vil al capital privado en los 90 por buena parte de  los mismos que hoy lo “recuperan” o promueve el homenaje a los “mártires de Trelew” al momento de iniciarse, al fin, el Juicio contras los fusiladores del 72?
¿Construir la oposición convencidos que tarde o temprano se sacarán la careta que les permite engañar al pueblo o encolumnarse detrás de Cristina, priorizando los logros y tomando las claudicaciones como pequeños problemas puntuales que para nada cuestionan el rumbo de liberación que emprendimos?
Y podríamos seguir con las preguntas y los planteos, todos ellos reales debates de los compañeros que han luchado por años o se incorporan ahora a la lucha por la dignidad y la felicidad del pueblo. Intentaremos reflexionar serenamente sobre el tema y aportar la experiencia desarrollada en el terreno de la lucha por los derechos humanos.
Hace años que estamos convencidos de la necesidad de superar el liberalismo como marco conceptual de análisis de la realidad nacional, y especialmente al momento de pensar al Estado y las cuestiones del Gobierno nacional.   Pretende el liberalismo que los gobiernos son el resultado de la libre voluntad popular, que se expresa al momento de las elecciones (“el pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes, reza la Constitución Nacional); que los derechos humanos y las reformas progresistas son concesiones graciosas del Gobierno, sancionadas por los legisladores y garantizadas por los Jueces (y la Corte Suprema como última garantía).   Así, la recuperación de YPF (más allá de todos los debates necesarios que el acto demanda), se presenta como una concesión graciosa de la Presidenta Cristina, que ganaría, por este acto, el derecho a ser reconocida como Jefa del Movimiento Nacional y Popular, al que todos deben sumarse so pena de pasar a ser “funcional” a la derecha y los grupos económicos como se dijo en el acto del Primero de Mayo en la Federación de Box de la C.T.A./Yaski o declaró a la prensa el diputado “referente” de Nuevo Encuentro Martín Sabatella “No nos sentimos aliados, nos sentimos parte del kirchnerismo. Nuevo Encuentro es una de las fuerzas políticas que componen el universo kirchnerista liderado por Cristina”[1]
Desde esta mirada, que insólitamente asume el progresismo y sectores de auto proclamada identidad de izquierda, las contradicciones del gobierno serían “culpa” del movimiento popular que no presiona lo suficiente o manifestaciones puntuales e insignificantes de lo que falta resolver, en una mirada vulgarmente positivista donde se evalúan las acciones de gobierno como si fueran porotos que van a una ollita del debe o del haber.
Y también desde la porción “oposicionista” con identidad de izquierda, o nacional y popular, al momento de evaluar la situación nacional y la acción del gobierno; en vez de pensarlo en una dimensión histórica que permita valorar adecuadamente lo que va de las “relaciones carnales” de Menem, que no eran solo para la política internacional sino para el conjunto de políticas públicas, a la proclamación de un supuesto modelo nacional y popular, “desarrollista” de modestas pero insoportables porciones de autonomía en la política internacional y nacional para el Imperio, que deben entenderse como uno de los resultados posibles del proceso de luchas sociales que vienen desde el desplome del neoliberalismo (2001) hasta nuestros días donde se configuró una compleja relación entre las necesidades del grupo gobernante por mantener su hegemonía política cultural sobre el bloque de poder y sobre la sociedad en su conjunto y las exigencias del movimiento popular que ha sostenido durante años las exigencias contra la Deuda, la Impunidad, las privatizaciones y todo lo que constituyó lo central del modelo neoliberal propuesto por Martínez de Hoz/Videla  y ejecutado por Cavallo (todo lo contrario de los que afirman que la presidenta fue “más lejos” de lo que el movimiento popular pedía sobre YPF, pretendiendo ningunear los últimos veinte años de lucha contra las privatizaciones y la deuda externa?)
Los diez años del ciclo kirchnerista permiten algunas certezas: es este un gobierno que busca hacer viable al capitalismo argentino, y para ello está dispuesto a hacer lo que sea, recuperando la tradición de pragmatismo que siempre ha caracterizado al peronismo.  Si para ello hace falta “nacionalizar” Aerolíneas o YPF, se nacionaliza; si para ello hace falta sancionar una Ley Antiterrorista, se la sanciona; si para ello hay que aliarse con fascistas como Otaeche o Insfran, se hacen las alianzas y se consiente el accionar de los grupos de tarea que pululan por Merlo y Formosa.
Digamos de entrada que este “pragmatismo”, adaptado a las exigencias del movimiento popular que gestó el Diciembre Popular de 2001 y de la nueva situación latinoamericana tras el triunfo de Lula y Vilma, Tabaré y Mujica, Lugo, Correa, Chávez y por supuesto la persistencia de la revolución Cubana, no es del gusto de la fracción tradicionalmente hegemónica del bloque de poder en la Argentina que bancó y se favoreció del Terrorismo de Estado y mantiene con los EE.UU. relaciones de “subordinación y valor” –aún a costa de sus propios intereses como grupo subalterno al Imperio-.  La resistencia de Clarín y La Nación, de Lilita y Macri, no son simples reacciones emocionales (y mucho menos, resultado de las preocupaciones por la salud “institucional” de la nación); sino una de las líneas de accionar del bloque de poder; pero no la que hoy expresa la hegemonía en el bloque de poder local.  Porque eso debe quedar claro: la estabilidad del gobierno de Cristina, su enorme caudal electoral y popularidad también tiene que ver con que expresa el mejor modo de sostener el ciclo de negocios en la Argentina; otras veces hemos hablado de los odios profundos que el peronismo y Cristina despiertan en los que mandan, pero ese odio no les impide ver la conveniencia táctica de apoyar al gobierno que sostiene el modelo extractivista y les garantiza la mayor cuota de ganancia que hayan tenido en los últimos veinte años; y no solo Repsol, toda la burguesía sojera y las grandes compañías exportadoras, las mineras y los bancos (incluidos los nacionales y cooperativos que no dejan de regirse por las reglas del Banco Central, pensadas para optimizar un negocio que se robó todo lo que pudo en el 2002 y fue varias veces perdonado por el gobierno K).
Porque un gobierno no es una boya que va hacia donde se sopla más fuerte, como creía la izquierda híper reformista (la llamada cultura del frente democrático nacional, aquella a la que el dirigente comunista Ernesto Giudice llamaba a tirar al “basurero de la historia” en 1973 !!!!! por su fracaso histórico); no señor: los gobiernos tienen proyecto y estrategia; y el de este gobierno ha sido proclamado públicamente y sostenido con rigurosa coherencia: un rumbo burgués, un horizonte capitalista que se sostendría en un sujeto social: la burguesía nacional y en un sujeto político: el Cristinismo o sea,  la nueva hegemonía  sobre el Partido Justicialista, que como Partido de Estado (del estado burgués, obviamente) ha demostrado que admite cambios de hegemonía como el que se expresa en todo lo que va del primer peronismo al menemismo y de éste al Kirchnerismo (y somos todos peronistas, y aún más, algunos personajes como el actual híper K y secretario de la presidencia Oscar Parrili fueron protagonistas de varias formas de existencia de la hegemonía peronista).  Pero la caracterización del gobierno como un gobierno burgués reformista por pragmatismo no resuelve todos los problemas para la izquierda, más bien los inicia; puesto el cómo pararse frente al peronismo ha sido la montaña teórica que la izquierda no puede ascender desde 1945: ¿subordinarse a su conducción para trabajar sus contradicciones internas y preparar la “superación” de sus límites desde su interior, como pareciera que han asumido dirigentes tan distintos y respetables como Luis D Elia, Jorge Rivas o Carlos Heller?  ¿pararse frente a él y denunciar el “engaño” de la nacionalización de YPF, las insuficiencias de los Juicios o las concesiones en el terreno de la lucha contra el “terrorismo”: ley, base de Resistencia y  vaya a saber cuántas cosas más que ni conocemos, como han asumido compañeros de largos años de lucha como Víctor de Genaro, Otto Vargas o Jorge Altamira, siguiendo todos ellos –ay si lo supieran, que calores pasarían- los análisis de Victorio Codovilla de 1946 en una confirmación de aquello de que la historia siempre se repite, la vez primera como tragedia y la segunda como comedia.
Un hombre de la cultura comunista, que luego sería referente de la izquierda peronista de los 70, sin perder nunca sus relaciones con la Unión Soviética, el historiador Rodolfo Puiggros, en una carta de 1950, al pedir su reingreso al partido del cual había sido expulsado por “peronizante”, propone que el Partido Comunista, manteniendo su autonomía, existencia como partido y libertad de crítica (en la más rigurosa interpretación del legado leninista) concrete con Perón una alianza estratégica, para lo cual se habían realizado reuniones preparatorias en el periodo previo a las elecciones del 45, negociaciones frustradas por voluntad de Codovilla pero retomadas en los 60 con John William Cooke (con quien no solo se concertó la actuación conjunta en los planes de lucha de la CGT sino se llegó a sacar una revista nominada Che en los 60) y llevadas a su máxima forma de existencia con la formación de la Coordinadora de las Juventudes Políticas Argentinas en los primeros 70, con un claro núcleo de conducción basado en el acuerdo de la Jotape de las Regionales (Montoneros) y la Federación Juvenil Comunista; experiencia de unidad transversal a todos los partidos políticos que pudo efectivizar la reiterada promesa (pero pocas veces cumplida) de impulsar lo positivo y combatir lo negativo.
Porque la autonomía no se proclama, se construye.  No cualquiera puede practicar la autonomía; solo el que se haya ganado el derecho de hacerlo con la construcción de una solida fuerza propia (solida por la inserción en el sujeto social pueblo y solida por la fortaleza ideológica, subjetiva, cultural, organizativa y política) que se requiere para entrar en alianzas con el peronismo sin que éste te subordine o destruya como lo muestra la historia de la propia Juventud Peronista de las Regionales o el proceso de absorción del Comité Provincia de Buenos Aires del Partido Socialista (Oscar Gonzales, Jorge Rivas, Ariel Basteiro) o el partido de Sabatella que comenzó hablando del piso y el techo para terminar confundiendo el piso con el techo y lo aceptable como deseable desde un posibilismo que lo devuelve a su pasado frentegrandista y pone en crisis su propuesta política para los que quieren de verdad Patria y Libertad, Juicio y Castigo, Justicia Social y desarrollo nacional.
Pero esta construcción de fuerza propia, necesaria para la autonomía imprescindible para plantar una posición política, requiere –y e ahí la madre de todas las batallas- de una correcta definición política; por mero ejemplo: no confundir la recuperación del control de YPF con una nueva privatización, que no lo es; pero tampoco confundir el control de YPF con un acto antimperialista, porque “todavía” no lo es –dependerá del desarrollo de las políticas energéticas y mineras, y ya sabemos que ni el control de Aerolíneas, ni el del Correo o las AFJP evolucionó hacia políticas antimperialistas sino hacia formas “civilizadas” de intervención del Estado; y por todo ello, ni sumarse al bando de los opositores sistemáticos que te acerca peligrosamente a Clarín y sus “amigos”, pero tampoco subirse al palco de Vélez, creyendo que se hablaba de petróleo cuando lo que se estaba construyendo era el escenario para proclamar la conducción “indiscutida” de Cristina sobre el Cristinismo, que vendrían a ser todos los que “apoyan” al gobierno y vuelta a empezar que esta historia ya la vimos (al menos yo) varias veces.
Hace unos años, un amigo cubano, el filosofo Fernando Martínez Heredia decía algo que entonces parecía obvio: la primera exigencia para la izquierda es mantenerse en ese terreno, el de la izquierda, aquel que el Manifiesto de Marx y Engels de 1848 definían sencillamente como el de mantener en la actualidad del movimiento real del pueblo, y por ello había y hay que ser parte de los movimientos reales del pueblo, el futuro del movimiento, para lo cual jamás se puede subordinar la política de izquierda a un liderazgo individual que proclama orgullosamente su raigambre capitalista.

[1] Clarín. lunes 7 de mayo.

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