El capitalismo sin
rostro
Ibarra Eduardo
Si los cables
de wikileaks fueron una bomba política al centro del poder mundial y al corazón
del imperio norteamericano, los llamados Panamá papers son un golpe al sistema
económico mundial. Aunque el descubrimiento periodístico tiene similitudes en
cuanto a cómo lograron hacerse con el material y la forma de tratar y difundir
el tema, difiere en cuanto a la naturaleza de los mismos.
En el caso
de los wikileaks el impacto quedó circunscripto al ámbito de las Relaciones
Internacionales y a los asuntos de cancillerías, cuestión que quedó lejos de la
preocupación cotidiana del hombre común. En el nuevo escándalo por el
descubrimiento de los archivos, del mayor estudio de abogados de Panamá, puede
llegar a tener implicancias mucho más profundas y dañinas al sistema capitalista
globalizado, dependiendo del grado de concientización de lo que se está
poniendo en juego y de la implicancia en
la vida de los pueblos.
Las
denuncias por los paraísos fiscales no son nuevas, ya en la década de los 70s
el propio Vaticano fue descubierto en una triangulación (a través del Banco
Ambrosiano) de lavado de dinero proveniente de la mafia, la masonería y otros
orígenes non sanctos. La diferencia entre casos puntuales y los archivos de Panamá
papers es la implicancia de las propias reglas del sistema financiero, la
esencia misma del capitalismo y su reproducción, conjuntamente con la cantidad
de actores de peso internacional involucrados.
Màs allà de
los nombres lo que demuestran èstos archivos es la lógica del sistema y las
formas en las que va cambiando a medida que pasa de una etapa a otra en su
desarrollo histórico.
Durante la gestación del capitalismo, siglo
XII aproximadamente, el comercio fue la actividad que dio la posibilidad de
desarrollar una nueva relación social diferente al sistema servil agrario del
feudalismo, así como la de generar excedentes para que en unos siglos más tarde
se diera un salto cualitativo a la etapa manufacturera e industrial. En la segunda
mitad del siglo XIX fue la aparición de la industria pesada, junto con los
nuevos conglomerados empresariales, que produjeron una nueva forma de
concentración y centralización de la economía. A la par con nuevas técnicas de
explotación (fordismo y taylorismo) los monopolios estiraron sus brazos más
allá de las fronteras nacionales lo que provocó las guerras mundiales.
Dentro de un
mundo bipolar EEUU se erigió como el claro ganador en la contienda
intercapitalista, en la cual la lucha contra el bloque socialista, el
desarrollo tecnológico y la hiperacumulaciòn de los grandes conglomerados
empresariales generaron una nueva etapa en la vida del capitalismo.
En los 70s
las llamadas multinacionales emergieron como nuevos actores de la Relaciones
internacionales, quienes necesitaron de nuevos mercados y nuevas formas de
acumulación para la reproducción del sistema. Por lo cual, de una etapa
dominada por el capital industrial, se engendró una nueva etapa dominada por el
capital financiero globalizado e hiperconectado en todos los rincones del
planeta; ya nada sería ajeno a la expansión y crisis de los mercados
bursátiles, una vez derrotada la URSS.
El
desarrollo del capitalismo estuvo marcado por distintos métodos de producción, por
las luchas interburguesas, por luchas de
distintas fracciones dentro de la clase y las distintas formas de doblegar y
dominar al proletario a lo largo de la historia.
Para
entender el por qué de las empresas off shore y los conglomerados financieros,
es necesario comprender las distintas formas de sustracción de la plusvalía por
parte los capitalistas a los trabajadores.
Desde el
comienzo de la revolución industrial la manera de explotar a los trabajadores fue por medio de
manufactura, en la cual el obrero todavía conservaba cierto control en la
producción total del producto, pero ya no como artesano sino como operario.
Esta situación se fue modificando a través de la introducción de nuevas
tecnologías y el desarrollo de la división social del trabajo hacia la
producción de las mercancías a más grandes escalas, lo cual se hizo por medio
del trabajo a destajo descentralizado en los distintos hogares de los
trabajadores o en establecimientos donde se ejercía un mayor control de lo
producido. A fines del siglo XIX, la industria pesada modificó el método de
producción y produjo un salto cualitativo en el desarrollo internacional del
capitalismo, que con creación del acero para la producción de ferrocarriles,
barcos y maquinarias, las distancias y los costos fueron cambiando
significativamente.
Entrado el
siglo XX las nuevas técnicas fueron variando en distintos aspectos, como se
mencionó antes, la producción en serie junto con la nueva moral impuesta al
obrero se conjugaron con las distintas formas de concentración y centralización
de los grupos empresariales, desde los Trust, cáteles, organizaciones
verticales u horizontales, etc., las empresas se fueron transformando en
conglomerados.
El
desarrollo del capitalismo en cada una de sus etapas no estuvo determinado
únicamente por las condiciones objetivas (sean técnicas, tecnológicas o de
recursos), también estuvo enmarcado dentro de la puja social entre la
explotación y de la resistencia de la clase obrera.
Desde sus
comienzos la conformación de la burguesía como clase tuvo un rostro humano
representado por los incipientes propietarios de las distintas empresas, sea
comercial o financiera. En la Alta Edad Media fueron los navegantes del
Mediterráneo quienes tuvieron la mayor capacidad de desarrollo económico. En la
Baja Edad Media y con el advenimiento del Estado Absolutista necesitado de
recursos para solventar el lujo de las distintas Cortes, hicieron su aparición
los novedosos prestamistas, en lo que se conocería como las instituciones
bancarias, donde distintas familias (muchas de origen judío) produjeron un
linaje generacional dedicado a ésta actividad específica.
El hombre hecho a sí mismo
Para las
teorías fundadoras de la filosofía liberal ( Jhon Locke y Adam Smith), el individuo fue el eje
fundamental del basamento de la sociedad civil. Dentro de ésta corriente de
pensamiento ese individuo que se hace a sí mismo sin necesidad de lazos
solidarios, la clase es negada o desconocida.
El individuo en Locke es quien posee lo que
obtiene por medio de su trabajo, mientras en Smith todo aquello que beneficia
al individuo también beneficia a la sociedad; es obvio que cuando hablan del
individuo están hablando del burgués que se va aspirando a ser la clase
dominante.
En el
transcurso de la revolución industrial quienes eran propietarios de las
fábricas, sean chicas o grandes, eran personalidades que representaban a ese
self made man surgido desde su propia virtud y capacidad, plasmada en las
nuevas e incipientes empresas capitalistas, dirigidas y representadas por los
mismos propietarios fundadores.
Es el sujeto
social que simboliza el sistema capitalista que crea y posee, que no tiene
lazos estamentales, ni herencia de sangre, aunque sí de lazos hereditarios
propietarios; ésta es la falencia ontológica primaria (no la única) del sujeto
social construido por la burguesía.
Durante el
siglo XIX la burguesía fue consolidando su dominación, con resultados disímiles
de acuerdo al desarrollo de cada país, al mismo tiempo en que se iba
conformando la clase obrera como la negación de la clase explotadora. Esta
nueva clase obrera formada en las grandes plantas industriales fue ejercitando
sus músculos y su cerebro, anteponiendo a la dominación y coerción del Estado
burgués las luchas revolucionarias cristalizadas en la Francia de 1848 y en la
Comuna de París de 1871.
La clase
obrera tuvo durante el siglo XIX a su enemigo de clase frente a frente, tanto
sea en las fábricas como en un Estado
conformado a imagen y semejanza de lo que la burguesía y los viejos estamentos
europeos necesitaban para ejercer su dominación. Mientras en las fábricas el
obrero, embrión y génesis de todas las ofensas, se encontraba cara a cara con
la explotación, las relaciones sociales tenían el rostro humano de quien era el
poseedor de los medios de producción, cuyo nombre y apellido era su propia marca registrada. El patrón
tenía presencia corporal, controlaba y vigilaba directamente o por medio de un
cuerpo jerárquico. El sistema transparentaba la clara imposición de un grupo
social sobre otro, explicitando quién imponía las leyes y signaba valores de
acuerdo a sus intereses. La explotación era del hombre por el hombre, dentro de
un marco social creado en función del mantenimiento de privilegios para unos y
sometimiento para otros, que clarificaba quien era el enemigo a vencer dentro
de una guerra de trincheras bien determinadas.
Esto puso en
entredicho la pretendida hegemonía de la burguesía hacia la sociedad civil, al
mismo tiempo que cuestionaba la dominación por medio del monopolio de la
legítima violencia estatal.
A medida que
las nuevas tecnologías fueron incorporadas a la producción, la composición
orgánica del capital fue cambiando, alienando aún más al obrero y subsumiéndolo
en la propia mercancía producida. El objeto cobraba vida frente a un sujeto
objetivado.
La
despersonalización del obrero frente a la tecnología (lo que Marx llamó trabajo
pretérito) tuvo su correlato en la necesidad de la burguesía de generar una
nueva cultura que naturalizara la mercantilización de la vida y quebrara así la
identidad socialista de las clases trabajadoras (taylorismo), al tiempo que la
circulación del capital a escala mundial imponía nuevas formar de reproducción,
donde ya no era necesario el propietario “estático” en su propia fábrica, sino
un inversor versátil y globalizado, que el propio desarrollo mundial del
capitalismo hacía necesario ante la erupción del capital financiero como eje
central del propio sistema.
La necesidad
de crear nuevos mercados a fin de que el capital no se estanque y muera, tuvo
en su fase financiera la fórmula “mágica” para crear nuevos ámbitos para
“desahogar” la sobreproducción y generar nuevos lazos sociales de dependencia
entre las naciones.
Para
entender esto es necesario comprender que el capital es una relación social y
que todo capital que se inmoviliza deja de ser capital.
Ahora bien,
si el flujo financiero tuvo la particularidad de movilizar una masa varias
veces superior a todos los PBI de los países del mundo, también despersonalizó
a la burguesía en su rol de clase explotadora de los trabajadores y saqueadora
de las regiones empobrecidas. Las sociedades anónimas y otros tipos de fusiones
invisibilizaron al burgués mientras naturalizaban las leyes del mercado, para
así quitar del medio todo rasgo social ante la situación de empobrecimiento de
la población mundial.
Siguiendo
ésta lógica, ya no hay causa ni efecto, todo se da por leyes que son inherentes
a nuestra existencia, lo cual hace inútil luchar u oponer resistencia. Así,
como sin oxígeno no podríamos respirar,
las leyes del capitalismo se nos impone a modo de leyes inmutables y eternas,
en las cuales vivimos en una suerte de libertad regida por la necesidad de
vivir atados a ellas (el reino de la necesidad). Rememorando el panóptico de
Foucault, ya no se necesita del ojo vigilante del amo que alimenta al ganado,
sino que la dominación está internalizada en nosotros mismos, atados al oxígeno
que nos somete pero al mismo tiempo nos hace creer que no podemos prescindir de
él.
La burguesía
logra de éste modo la aceptación de que la conservación de privilegios no es la
voluntad de una clase, sino de reglas que disponen armoniosamente las partes en
un todo, donde unos ganan todo y otros pierden todo. Los trabajadores son, de
éste modo, meros hombres productores de su propia supervivencia.
Sin rostro humano
y con relaciones sociales naturalizadas, los explotados se encuentran ante un
enemigo invisible, etéreo, donde todo intento de resistencia son golpes al
vacío. Ya no se trata de la omnipresencia de la burguesía, sino de internalizar
la dominación, de ser nuestros propios carceleros.
Desde lejos no se ve.
A través de
la historia del capitalismo la burguesía fue ganando experiencia en las formas
para consolidar la dominación y la hegemonía en la sociedad civil. Experiencias
que estuvieron cruzadas por grandes enfrentamientos (huelgas, movilizaciones,
etc.) o por grandes derrotas (revoluciones, guerras civiles, guerra de
guerrillas, etc.), lo cual devino en escindir la dominación entre poder
político y poder económicos. La conformación de políticos profesionales con una
burocracia especializada, desligó a los empresarios de la confrontación directa
y la lucha política por los espacios de gobierno, preservando así al poder
económico ante una crisis política, o derivando las crisis económicas, manifestadas
en estallidos sociales, hacia los dirigentes políticos.
Como una
suerte de fusibles eléctricos los políticos cumplen su rol no sin cortos
circuitos con los grupos concentrados. Es así, en parte, como se logra salvar
las relaciones sociales de producción y regenerar la gobernabilidad cambiando a
una casta política por otra.
Es
significativo como éstos roles jugaron un papel importante en la crisis
hiperinflacionaria de 1989 y la crisis de la convertibilidad del 2001 en
Argentina. Otro ejemplo es como en el capitalismo maduro de EEUU, devenido en
imperialismo, los conglomerados económicos ejercen presión (lobbies) a los
congresistas y al ejecutivo a fin de que gobiernen en consonancia con sus
intereses. La legalidad del lobbie en EEUU termina haciendo del régimen
político democrático un eufemismo. Eufemismo para no llamar plutocracia a la
democracia yanqui.
En otro
extremo se encuentra el nuevo capitalismo impuesto en la ex URSS y en los
países que integrantes del ex Pacto de Varsovia. Después de la caída del bloque
soviético, la inmensa mayoría de la burocracia se apropió de las fábricas y de
todos los medios del Estado a fin de convertirse en una nueva burguesía. Esta
etapa del capitalismo en los ex países socialista tuvo la impronta de un
capitalismo inmaduro, donde la ilegalidad lindaba con la ley y la imposición de
la protoburguesía mafiosa con la legitimación de la nueva forma de propiedad
privada.
Marx decía
que el capitalismo nace chorreando sangre y lodo, lo cual demuestra como la
clase burguesa tuvo su período de violencia explicita y privada, para hacerse
de los medios de producción y de sometimiento a los trabajadores. De mafioso a
señores empresarios todas las burguesías siguen un mismo camino, pero en
distintos tiempos y lugares. Otros de los aspectos idénticos a la génesis del
capitalismo inmaduro, es la no separación entre los organismos políticos del
Estado y los medios económicos. Como en los siglos XVIII en Inglaterra o el
siglo XIX en EEUU, fueron los propios burgueses que detentaron cargos
estatales, mientras que en el siglo XX esos puestos fueron delegados a los
políticos de carrera o profesionales; aquí hay que destacar los famosos
estudios sobre la burocracia de Max Weber.
El propio
presidente Vladimir Putin es un burócrata de la KGB devenido en capitalista que
a su vez ejerce la política como caudillo, lo cual manifiesta en qué etapa se
encuentra la burguesía autóctona dentro de Rusia.
Otro ejemplo
claro de la inmadurez de ésta nueva burguesía fue la lucha separatista de las
regiones de Crimea, Donetsk y Lugansk, que al producirse el golpe de Estado
prooccidental en Ucrania, se rebelaron contra todo el sistema social y
político, ya la propia burocracia estatal era ejercida por los mismos grupos mafiosos
que se habían adueñado de las fábricas una vez caído el bloque soviético. Por
lo tanto al oponerse a los estamentos estatales se opusieron a la propia
burguesía.
Aunque el
caso de Donald Trump en EEUU y Mauricio Macri en Argentina son claros ejemplos
de supuestos empresarios exitosos que juegan en el ámbito político, no deja de
ser una excepción de actores económicos con una conducta ajena a sus grupos de
pertenencia. Si bien son empresarios que hacen política, también son el
emergente de una burguesía que supo aportar a distintos candidatos electorales
en distintas épocas (inclusive Trump aportó plata tanto a Hilary como a los
republicanos en la anterior elección presidencial) y que también expandieron sus empresas haciendo negocios
con los distintos gobiernos (la familia Macri supo desarrollar sus negocios
desde la última dictadura hasta el gobierno kirchnerista).
La ideología de lo oculto
Marx logró
comprender, por medio del materialismo histórico, que las relaciones sociales
capitalistas no son inherentes al ser humano, sino que son la emergente de la
lucha entre clases por la obtención del excedente producido en un momento
histórico dado, lo cual lo llevó a develar que la naturalización del sistema
capitalista era sólo una forma de imponer la dominación de la burguesía hacia
el proletariado, y que todo proceso histórico contiene su certificado de muerte
en sus entrañas.
Desde la
cárcel fascista Gramsci pudo reflexionar sobre los escritos de Marx, la
Revolución Rusa y la derrota de los obreros de Turín. Dentro de sus
conclusiones pudo entender que la burguesía logró imponerse y sobreponerse a las luchas obreras
por medio del desarrollo de la hegemonía ideológico /cultural, logrando así que
las clases subalternas incorporen como propios los intereses burgueses y
naturalicen la explotación dentro del sistema capitalista. Por lo tanto, cuando
estas clases subalternas internalizan el orden establecido como algo ajeno al
desarrollo histórico socio/cultural, se coarta toda posibilidad de rebelión y
del desarrollo de otra forma de relación social que no sea de la de la
explotación del hombre por el hombre.
Cuando Marx
y Engels sostuvieron que el capital no tenía ni patria ni bandera, pudieron ver
la propia esencia del capitalismo y de la clase que lo sostiene. Comprendieron
al burgués como ser social e histórico en su existencia ontológica de
apropiador de plusvalor y reproductor del capital, en la cual se alienaba a la
clase obrera pero que al mismo tiempo se alienaba así mismo dentro de su propio
sistema. La Revolución industrial en el
siglo XVIII y XIX contó con la capacidad y la fuerza de una burguesía
progresista e innovadora en los métodos de producción y de una nueva forma de conformación
social y política de la sociedad. Más de dos siglos después la burguesía
financiera se fue disociando de la producción y comercialización de las
mercancías, para relegarse a una esfera de generación de dinero por medio del
dinero, dominando sólo las técnicas financieras que poco o nada responden a la
realidad productiva de la economía de los pueblos.
Por lo tanto
la burguesía financiera imperialista se reafirma ontológicamente en la reproducción
de su presente, pero teleológicamente es nula. Mientras el proletariado está coartado
en la alienación que objetiviza su subjetividad y anula sus potencialidades, se
potencia a su vez teleológicamente mediante la negación de su ontología. La
burguesía es y se reafirma en un presente sin futuro, mientras que la clase
obrera trata de negar su presente en una realización futura negándose como
clase.
La burguesía
no reafirma su poder solo en la cohesión estatal, ni en la posesión de los
medios económicos de producción al determinar la dominación de la
superestructura, como sostuvo el estructuralismo althusseriano, sino que, como
mencionó Gramsci, en los países con una sociedad civil desarrollada, son los
intelectuales orgánicos los que transforman la ideología dominante en sentido
común, haciendo aceptable los valores burgueses para el resto de las clases
sociales.
…
Se puede fijar dos grandes planos superestructurales, el que se puede llamar de
la “sociedad civil”, que está formado por el conjunto de los organismos
vulgarmente llamados “privados”, y el de
la “sociedad política o Estado”, y que corresponde a la función de “hegemonía”
que el grupo dominante ejerce en toda sociedad y a la de “dominio directo” o de
comando que se expresa en el Estado y en el gobierno “jurídico”. Estas
funciones son precisamente organizativas y conectivas. Los intelectuales son
los “empleados” del grupo dominante para el ejercicio de las funciones
subalternas de la hegemonía social y del gobierno político, a saber: 1) del
“consenso” espontáneo que las grandes masas de la población da a la dirección
impuesta a la vida social por el grupo fundamental dominante, consenso que
históricamente nace del prestigio ( y por lo tanto confianza) que el grupo
dominante deriva de su posición y de su función en el mundo de la producción:
2) del aparato de coerción estatal que asegura “legalmente” la disciplina de
aquellos grupos que no “consienten” ni activa ni pasivamente, pero que está
preparado para toda la sociedad en previsión de los momentos de crisis en el
comando y en la dirección, casos en que no se da el consenso espontáneo.
“Cuadernos de la Cárcel, Los intelectuales y la organización de la cultura”.
En este
sentido, durante la revolución húngara, György Lukács escribía sobre los
modernos partidos políticos como una forma concebida dentro de la propia sociedad
capitalista para universalizar la cultura y abarcar las amplias capas sociales,
cuya existencia y conciencia no eran acorde a la burguesía.
“El
moderno concepto de partido nació en la sociedad capitalista. El fundamento de
su existencia, junto con la complejidad de las contradicciones de intereses
dentro de la clase dominante (cuya unidad solo puede volvérsele manifiesta al
proletario) es el hecho de que amplias
capas de la sociedad capitalista (pequeñoburgueses, intelectuales, campesinos) no
poseían una pertenencia de clase unívoca, ni una conciencia clara acorde con
dicha pertenencia.
La
esencia de la organización de un partido consiste pues, en la nebulosidad de la
conciencia de clase.
…El
partido representa, aparentemente, los intereses de la “totalidad”, y no solo
los de la clase individual.
…El
recubrimiento ideológico solo tenía el fin de conseguir que grupos sociales
despojados de conciencia clara se pusieran al servicio de ciertos intereses”.
Artículo de “Partido y clase” 1919
Por lo tanto
los partidos políticos son un instrumento para superar las contradicciones de
clases, al manifestarse como un instrumento universalizador de toda la
sociedad, que busca el bien común. Si bien Lukács ve en su época que la
construcción de hegemonía (al decir de Gramsci) era direccionada a grupos sin
conciencia de clase, exceptuando a clase obrera húngara que si la tenía, actualmente
vemos como las burguesías lograron quebrar la conciencia de clase y la cultura
socialista de los trabajadores, imponiendo la cultura individualista y
consumista a escala global, a través del desarrollo de organizaciones civiles
como las ONG, Medios de comunicación, etc.
La tan
afamada globalización es la hegemonía del capitalismo financiero transnacional.
Si bien el
desarrollo del capitalismo financiero tuvo como motivo primario el de expandir
y reproducir el capital, ya sea en busca de nuevos mercados para la adquisición
de materias primas o la de colocar productos elaborados, también tuvo como
objeto la de conformar redes de sociedades que facilitaron la concentración y
centralización de la economía, tanto a nivel nacional como mundial. Dentro de
estas redes financieras los capitalistas pudieron (y pueden) transferir grandes
recursos, evadiendo los diferentes controles estatales, diversificando la
producción y ocultando los orígenes de quienes son los titulares de las
sociedades.
Es así como
un país puede ser saqueado por medio de las transacciones bursátiles bancarias,
su moneda nacional puede ser “atacada”
por especuladores o sus empresas vaciadas para trasladarse a otros países con
costos salariales más bajos.
La
dominación del imperialismo por medio del capital financiero está
necesariamente entrelazada con la hegemonía ideológica cultural, que
universaliza los “valores” de la burguesía financiera y naturaliza las reglas
del capitalismo.
En el libro “Crisis financiera Global”, Merino
y Formento, definen a esta nueva forma de capital financiero como una red
horizontal y descentralizada territorialmente, que subordina las instituciones
nacionales e internacionales:
“Se
expresa en una Red de gerencias locales, en una relación de horizontalidad y
autonomía entre ellas, pero subordinadas verticalmente al directorio de los
dueños de las acciones de los fondos financieros de inversión global –FFIG-.
Esta Red local se organiza como nodo que enlaza, media y coordina una
estructura flexible, informal y tercerizada que alcanza como mínimo al 80 % de
la estructura. El 20% restante lo compone la estructura formal de la gerencia
local de la Red y de ensamble.”
“Esta
forma de capital hace al tercer momento del capital financiero. Primero fue el
capital financiero internacional, la forma internacionalizada de capital dinero
a préstamo; luego la corporación multinacional que controlaba activos físicos
en múltiples países, y ahora la forma de Red Financiera Global que supera al
Estado nación de país central como territorialidad social, descentralizada
fragmentada, hiperespecializa activos físicos y monopoliza el conocimiento
estratégico de cómo hacerlo (know how).”
Por lo
tanto, no sólo lo económico imprime su marca en la “nueva era globalizada”,
también está enmarcada dentro de una nueva forma de dominación mundial a través
de una despersonificación de la relaciones sociales. Ya no hay patrón de
fábrica ni leyes impuestas por individuos, son sólo leyes y normas implícitas
en un gobierno de nadie y sin basamento territorial.
Grupos
financieros que compran empresas que no dirigen, de productos que no conocen, en países a los que
nunca viajaron. Reglas impuestas como leyes que no se escribieron y nunca se
votaron.
Merino y
Formento lo llaman Estado Red Global y
describen seis características centrales:
1)
Máxima liberalización del comercio internacional
2)
Constitución de un Gobierno Global.
Multilateralismo unipolar contrapuesto al multilateralismo multipolar
3)
Desarrollo de Fuerzas Armadas Globales
4)
Democracia global virtual ficticia, con mayorías
desmovilizadas, desarticuladas y desorganizadas.
5)
Dinero global electrónico
6)
Desarrollo de la Red de ciudades financieras
globales – city`s financieras- como modo de territorialidad social.
Gobierno de
nadie, fabricas sin dueños (visibles), ideología e intereses impuestos como
leyes naturales. Esta es la forma más perversa y compleja a la que los pueblos
del mundo están sometidos, donde toda resistencia es un golpe al vacío en la
cara de un sistema sin rostro humano.