7 de enero de 2015

Francia en su genocidio


Francia arrastra su propia contradicción, tanto en lo desigual de su sociedad como en su pasado de colonialismo genocida. 
Francia, o mejor dicho quienes manejan el poder, han condenado a su propio pueblo al tratar de rememorar su pasado imperial en África. Su protagonismo al encabezar la destrucción del régimen libio y de Kadafi, puso en manos de los extremismos religiosos y reaccionarios, el territorio, las armas y los hombres para lanzar una ofensiva hacia los paìses no alineados a la geopolítica del imperialismo yanqui. 
Tan contradictorio es el rol de Francia en el plano internacional, que blandiendo las consignas de libertad, igualdad y fraternidad, intenta imponer un lugar de poder en el mundo y en Europa que le es esquivo. Todo monstruo tiene un padre, pero también, cuando crece, se independiza. Quién se harà cargo de la paternidad de la criatura?

Francia llevó a cabo, post 2ª Guerra Mundial, una guerra de exterminio en los territorios colonizados de África, éste genocidio no fue sólo militar, si no también, y necesariamente cultural, por lo cual se quiso  imponer la superioridad civilizatoria de la Europa occidental frente  a las culturas de las tribus y pueblos africanos.

Por lo tanto todo imperialismo que domina a un pueblo impone sus valores y su forma de vida como superior al del colonizado, para facilitar el sojuzgamiento y quebrantar su resistencia. Este hecho tuvo como consecuencia olas migratorias hacia los centros imperiales, en busca de tan publicitada vida moderna de prosperidad y bienestar. Sin embargo éstos inmigrantes encontraron las mismas relaciones sociales de explotación, marginalidad y segregación, que el imperialismo imponía en sus países de origen.
 En los guetos, en  los barrios marginales, los olvidados de siempre son la carne de cañón de un sistema infame y se expresan en actos de resistencia hacia ese poder, sea en la forma que sea, de acuerdo a los distintos momentos históricos.
Francia al igual que EEUU desahució a países subdesarrollados, llevándolos a la pobreza extrema, mientras publicitaba una vida moderna y llena de lujos para aquellos que abrazan sus ideales. Aquellos colonizados que por convencimiento o por necesidad aceptaron èstos nuevos valores, partieron hacia ese centro de abundancia y felicidad para comprobar que la idealización de la vida en los países industrializados no era más que un arma de sometimiento y no una vida inclusiva, y que al interior de los centros imperiales la dominación y explotación es la misma.


Lo màs grave es que el llanto de los que hoy se conmocionan, deja entrever el silencio ante los cientos de miles de muertos de los paìses pobres y dominados. Hay licencia para matar y muertos que se merecen ser matados, mientras otros merecen ser protegidos y, tragedia por medio, llorados y enaltecidos. La clase social y el racismo siguen siendo la ideología no explicitada de los grandes bloques de poderes imperialistas.
De una o de otra forma el colonizado siempre encuentra la forma de resistir; y ya no como repiten los liberales hegelianos, no pretende parecerse al amo, quiere ocupar su lugar, su vida, su casa, su cama y si es posible con su mujer. No hay posibilidad de entendimiento, ni acuerdos pseudopluralistas, sòlo hay un mundo u otro. Hemos cometido el error de considerarnos globales, tanto sea por derecha como por izquierda, y no entender a los "condenados de la tierra" y el grito de Fanon: El capitalismo colonizante engendra genocidios y genocidas.


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