26 de diciembre de 2013

Policías y ladrones

La sensación de seguridad
Ibarra Eduardo

Desde hace ya varios años el tema de la seguridad està en el tapete de la agenda electoral, y de los multimedios. Desde la ley Blumberg hasta los planes militaristas, los candidatos y los opinòlogos, hacen fila para plantear y describir una situación desesperante, quizás al borde de una “guerra civil”.
La inseguridad es de por sì un tema que penetra en los màs profundos instintos de supervivencia del ser humano, pero no queda situado en un lugar biológico, sino que es profundamente social, en su forma, estructura y en su reproducción ideológica. Al tomar literalmente la narración que desde los sectores màs recalcitrantes hacen sobre “el delito de cada dìa”, es clara la idea reeditada de Hobbes y su mundo presocial en estado de guerra, donde lo que prima es el miedo a la muerte violenta, que es el asesinato de un hombre contra otro. De lo cual se deduce fácilmente que para salir de ese infierno, hay que “contratar” a alguien que tenga la fuerza para aplacarnos y  imponernos su autoridad, trasladando el miedo que los hombres tiene entre si, a que todos los hombres agrupados en sociedad le teman al nuevo y único gobernante[i].  Si bien posteriormente los liberales pusieron el grito en el cielo, por considerar que la propia organización social no debe, ni puede estar en manos de un gobierno, la necesidad de un policía con garrote es reforzada, por el simple hecho de proclamar y asegurar a la burguesìa naciente la explotación y dominio de todas las demás clases subalternas; el mono con navaja debe tener un amo que lo domestique y lo dirija. 
Hoy en dìa las ideas de Hobbes y Locke se han transformado en un método de dominación física y psicológica, a fin, ya no de organizar a la sociedad y su Estado, sino la de subordinar a las demás clases sociales a su hegemonía y la de contener y reprimir a la masa de desclasados, producto del propio desarrollo del capitalismo y su sistema automatizado y robotizado de producción.
En nuestro país se ha venido esgrimiendo todo tipo de políticas de seguridad para la represión de los sectores marginados, que ya no pueden ni podrán integrarse al sistema capitalista financiero y global. A pesar de la asunción del Kirchnerismo en el 2003 con una retórica progresista  garantista y sus planes de ayuda social, los métodos coercitivos y represivos han ido en aumento (tanto por presión externa como interna al gobierno). El aumento de las penas por la ley Blumberg, conversión de la gendarmería y la prefectura como policía interna, son algunas muestras.
A partir de las elecciones legislativas del 2013 y el ascenso de Sergio Massa con su proyecto propio, la seguridad vuelve a ser la nueva Vedette de la escena política. Con una larga campaña de prensa y televisiva, Massa logró imponer una idea Focoultiana, de la sociedad vigilada a través del nuevo panóptico virtual, las cámaras, y  los medios hegemónicos contrarios al gobiernos lo tomaron como una variable màs de crìtica y desestabilización. Desde el correlato derechista no peronista del gobierno capitalino de Macri, las practicas y políticas represivas son idénticas.
Si hacemos un recorrido por la zona norte del conurbano, desde la Ciudad Autónoma hasta Tigre, pasando por Vicente Lòpez, San Isidro y San Fernando, la multiplicidad de los “agentes de seguridad” y los métodos de control, son los mismos.
Tecnología y tropa se expande en distintos formatos y la demanda sigue creciendo como un paràsito que fagocita todo, no hay nada que lo detenga, pide màs y màs. Creyendo que lo malo, lo sucio y lo feo se puede dejar afuera, se metieron en los countrys y crearon un micromundo con su propia microecològìa y su microcultura. Fueron artífices de su propia pobre existencia entre paredones y alambrados.
Como del otro lado la masa oscura sigue creciendo y reclama el mismo estilo de vida en clave de pobreza, ya los muros dejaron de ser garantía, por lo que lo micro se convirtió en macro y llegaron los planes y los grandes proyectos, tan importados como autóctonos, y los medios que meten miedo con todos nuestros muertos de cada dìa.
Las càmaras que todo lo miran pasaron a ser política de Estado, los muros tienen alambre cortante, electrificados y perros adiestrados, con una infinidad de ejércitos en una guerra no declarada y sin convención de Ginebra[ii], ni Cruz Roja. Ejèrcitos privados en barrios, comercios y bancos, gariteros veteranos de tropas jubiladas, gendarmes sin fronteras, prefectos pescados fuera del agua, la bendita bonaerense y la federal, la pituca  metrolondinese, los paramunicipales en sus patrullas montados al servicio del patroncito de la estancia municipal, helicópteros con ojos, cuerpos de elite, rambitos para la gran función, los de narcóticos con buen olfato,  los “servicios” para el mejor postor, què màs necesitas?. Toda la función al servicio de la guerra que no termina, porque todo està en función de su propia existencia; demasiada guita para que termine.

Como todos los fines de años la cultura de lo marginal vuelve a reclamar su cuota de consumismo anárquico y siempre dejando el escenario para aquel que sepa aprovechar la ocasión. Pero 2013 fue la clara manifestación de la burda utilización del aparto represivo en  operación con sectores sociales que no tienen norte. La extorsión de acuartelamiento, dejando el campo libre para arrasar la tierra, no fue sòlo por motivos económicos. La propia descomposición del poder kichnerista tanto fuera por dentro del Estado, marca la lucha de poder, en la cual la derecha vuelve a reclamar por la hegemonía perdida; y como sabemos siempre hay un interés foráneo que le echa una mano solidaria.
El verticalismo peronista està roto y busca un nuevo eje de contención, con la presión de los mercados y sus agentes locales, la cotización de la bolsa electoral marca hacia la derecha y todos corren a ocupara un lugar, mientras que la derecha tradicional ha comprendido que sin disfraz popular y peronista no tiene posibilidades, menos en una época perimida para el partido militar, por lo tanto juegan por dentro y por fuera de gobierno.

Entiendo que hay varios aspectos importantes a tener en cuenta después de los últimos saqueos coordinados por el aparato de seguridad:
1-    El Estado es un ámbito màs donde se reproduce la misma lógica de reproducción del capital y sus relaciones sociales. Por lo tanto el Estado no es una institución cooptada por la burguesía per se, sino que refleja la lucha de clases a su interior. La falta de democratización de la justicia y la conservación del carácter represivo y reaccionario de las policías, son una muestra clara de cómo los factores de poder operan y conservan su hegemonía en los distintos estamentos, aunque el color político del gobiernos de turno sea distinto o contrario.
2-    Los métodos que surgen en las luchas populares y desde los sectores màs combatidos fueron aprehendidos por la derecha para su propio beneficio, si bien el actor social no es el mismo de los que protagonizaron saqueos en 1989 y 2001/2.
3-    El actor social que protagonizó los saqueos no tiene como fin una lucha política y objetivos en común. Ósea, no hay detrás de los grupos marginales o marginalizados (que no por eso tienen que ser de por sì pobres) carecen de una idea de sociedad superadora  del sistema en el cual están segregados. Por lo tanto son fácilmente “utilizados” por y para distintos fines. Es clara la manifestación de la misma lógica de sistema en los propios saqueadores quienes reproducen, desde su propia situación socio económica, la propia cultura consumista e individualista en la cual no hay otra forma que acceder a los bienes de consumo que el robo. Es significativo como, con diferencia de una semana, las clases màs acomodadas reventaban los shopping para las compras de navidad; por decirlo de una manera, expresan lo mismo uno con una tarjeta de crédito en la mano y otro con una piedra.



Los sectores medios son los mismos que fogoneados por las usinas hegemónicas de comunicación, reclaman mano dura y temen al perro guardián. En una especie de histeria “colectiva” la inseguridad es la gran domesticadora. Las fuerzas de seguridad interna son las organizadoras y “legalizadoras” de los delitos, sea robo, narcotráfico, tratas, etc, pero al mismo tiempo son el centro de la supuesta solución a los delitos difundidos por los medios y las càmaras municipales.
En el contexto internacional las fuerzas de seguridad interna son los nuevos agentes desestabilizadores de la hegemonía imperialista hacia Amèrica Latina, cuyos ejemplos abundan a partir de la asunción de gobiernos populares en el cono sur.





[i] En el caso de Hobbes que escribe en el siglo XVII, serìa el monarca absoluto.
[ii] Querìamos tanto la hipocresía de Nicolas II que le dimos mejor vida. 

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