Ibarra Eduardo
La sistematización de la protesta por parte de las clases
medias (burguesía y pequeña burguesía),
denominada cacerolazo, es la expresión de la dislocación entre un nuevo tiempo
político y las clases dominantes, que reclaman la vuelta al cause “normal” de
las políticas y cuadros burocráticos del Estado.
Ésta manifestación “lógica”
por parte de la sociedad civil, es el síntoma de la anterior hegemonía perdida
pos caída de la URSS. , en la cual la llamada y tan ponderada globalización, no
sólo unificó costos y otras variables económicas, sino también potenció la
transmisión de información (y con ello demandas, intereses e identidades)
y conformó la nueva forma de
internacionalismo burgués supeditado al capital financiero y sus vaivenes.
La década pasada logró abroquelar a la burguesía financiera
y sus socios minoritarios, homogeneizando a ambos en un mismo y “renovado”
sistema capitalista en consonancia con el Estado mínimo liberal. Si bien en un
plano económico implicó la destrucción del aparto productivo de los países
periféricos y una inmensa deuda pública, en lo político reclamò con éxito la
subordinación total de los dirigentes y cuadros burocráticos a la gerencia de
los capitales, donde la columna vertebral de éste tipo de ideología, fue el
grito de victoria del fin de la historia y de la ideología, como forma de
expresar la derrota de la única corriente filosófica/política al capitalismo,
el marxismo. Sin embargo; y visto retrospectivamente, el determinismo hegeliano de Fukuyama, fue màs el gemido de
una hiena herida que el canto de victoria del león imperialista. Fue la
impotencia del propio pensamiento liberal ante la incapacidad de superación y
proposición del propio sistema y su entramado teórico. El fin de la historia y
de la ideología fue y es la expresión ante la no posibilidad de transformación
en un nuevo panorama abierto y descarnado de su propia naturaleza, sin filtros
ni fronteras, frente a un futuro que
solo puede negar y el fin de todas las etapas posibles. El exitismo puro marcò
el nivel de una cultura histérica y hedonista
de rompimiento con las relaciones sociales y del Estado
intervencionista.
Las crisis manifestaron el carácter retardatario y
reaccionario del propio sistema[i],
chocando con ese autoproclamado espíritu de adaptación, que con el concepto
simplista de cambio permanente, la burguesía trató de sepultar todo análisis
crítico e histórico naturalizando las relaciones sociales de producción[ii].
Este fin de la historia no es màs que el fin de la historia del capitalismo y
por ende de su capacidad transformadora, sumida en una crisis civilizatoria que
hunde a toda la humanidad en todos sus aspectos.
Las fracturas de la hegemonía hizo posible el surgimiento de
nuevos y heterogéneos tipos de organizaciones sociales y políticas, asì como
nuevas formas de luchas que han impreso su marca (màs o menos profunda) en los
nuevos gobiernos latino americanos del siglo XXI. La coyuntura económica
mundial y con el alza permanente de los precios de los comodities, constituyó
las bases de sustentación de nuevas políticas Estatales y reelaboración de
teorías alternativas al dominio del capital.
Desde la heterogeneidad de los gobiernos de nuestra región,
con sus particularidades históricas y geográficas, se ha podido lograr grandes
avances en la satisfacción de demandas a sectores otrora olvidados y negados,
dando una amplia masa crítica de apoyo popular y sustentación de los procesos
iniciados.
En nuestro país
A grandes rasgos el proceso iniciado en el 2003 produjo a
nivel económico:
1.
El quiebre de la hegemonía política económica
del capital financiero.
2.
El proceso de acumulación de capital por parte
de la burguesía nacional industrial, con fuerte proteccionismo.
3.
Crecimiento, concentración y centralización de
los capitales agrícolas y extractivos, como fuente de recursos estatales para
direccionarlos en transferencias y fomento de la industria.[iii] – Es aquí donde surge la primer y gran
contradicción- Es una contradicción
clave, ya que hace a la estructura misma de la economía nacional, pero no es la
única.
El quiebre de la hegemonía
político, en manos de la facción financiera de la burguesìa, de ninguna manera
separa aguas entre un capitalismo serio y otro ficticio, ya que toda la
estructura económica se encuentra subsumida en éste.
Los proyectos de promoción y creación
de una burguesía industrial nacional (columna vertebral del modelo de Estado
peronista jaurecheano) desconoce la relación de dependencia de dicha clase
hacia el capital internacional[iv]
y del respaldo, por parte de ésta, al “modelo nacional y popular” supeditado a
la cuota de ganancia y a la contención del desborde social.
Por lo tanto, cuando baja la ganancia
media el capital se expande en busca de nuevos mercados, reemplaza capital
variable por capital fijo (tecnología por mano de obra) o realiza un
vaciamiento en el globalizado prostíbulo bursátil, que provoca la tan mentada
fuga de capitales, creando una crisis económica financiera en el modelo
nacional industrialista.
Por otro lado, cuando los reclamos
sociales y las reivindicaciones de los trabajadores, desbordan a las
instituciones políticas, es la propia burguesía nacional que se suma al coro
del canto fascista de la seguridad y gobierno castrense.
La nueva coyuntura internacional con
el ascenso de China como nueva potencia económica y la necesidad de absorción
de materias primas abundantes en nuestro país, generò un superávit comercial y
tributario en el cual se sustentò las políticas económicas del gobierno
kirchnerista. La política de crecimiento del mercado interno y el consumo
masivo por parte de los sectores populares, chocaron con la pretensión de
ganancia extraordinaria del sector agro exportador. Las retenciones fueron el
marco donde se disputò la apropiación de ese excedente y la protección del
mercado interno ante precios internacionales siderales.
La 125 fue la cristalización de esa
pugna, asì como el broquelamiento de los sectores sociales màs reaccionarios e
históricamente enemigos de peronismo “desarrollista”.
-LOS SECTORES MÀS BENEFICIADOS
ECONÒMICAMENTE, NO TIENEN QUE SER NECESARIAMENTE LOS SOSTENEDORES DE LOS
GOBIERNOS QUE LLEVAN ADELANTE LAS
POLÌTICAS ECONÒMICAS-
El actor político
El quiebre que se da o que se dio de
la hegemonía post 90s, vuelve a reclamar posiciones perdidas en cuanto surgen
(o provocan) crisis económicas / financieras.
Si bien la burguesía financiera puede
generar zozobra, como clase no puede por sí misma cambiar un gobierno, por lo
que históricamente se utilizó los golpes cívicos militares y actualmente el
golpe institucional con movilización de las clases medias subsidiarias económica
o culturalmente.
Los caceroleros y sus múltiples
consignas, refieren (consientes o no) a un sólo motivo: la expresión clasista
en el ámbito político, lo cual demuestra el malestar ante un actor social que
es tenido en cuenta como partícipe de
las políticas públicas (aunque no sea el beneficiario primario). Y por otro
lado se manifiestan en contra de la posibilidad abierta, de que ese actor
social reclame mayor participación de la torta (PBI) y conquiste espacios de
autonomía cultural.
La manifestación política de esta
puja entre sectores sociales, se da por medio de la supuesta propiedad del
poder delegado, donde la sociedad civil centra su justificación en el concepto
individualista del ciudadano frente al poder dislocado (no representativo).
La concepción de democracia liberal
en boca de los caceroleros, choca con el reclamo de un republicanismo
roussoneano, que va tomando fuerza en el surgimiento de la democracia de masas
del siglo XIX, anclan su justificación en el Estado como una estructura
política necesaria para la realización y legitimación de la burguesía como
nueva clase dominante, que frente a las clases subalternas naturaliza las
relaciones sociales y frente al propio Estado es legitimadora del poder
político como sociedad civil. Por lo
tanto ven al gobierno como subordinado a sus propios intereses, sea un gobierno
democrático o dictatorial, el ciudadano cacerolero es el depositario del título
propietario del poder delegado, que Locke mediante, puede reclamar su
devolución. El ciudadano de la sociedad civil es la construcción cultural de la
representación del burgués, que funda su legitimidad en el derecho como norma
igualitaria y protectora de la propiedad de los medios de producción.
La clase obrera y su cultura
socialista, con una concepción del republicanismo del siglo XVIII, pone en duda
y en entre dicho la autoridad de la burguesía como conformadora de la
organización social. Es en el siglo XIX
donde la democracia de masas se antepone a la democracia sectorial y
desenmascara de su disfraz jurídico frente a los derechos económicos sociales.
Los caceroleros reclaman república
pero borrando de su ADN, a Rousseau (y su rescate de la democracia ateniense),
a los jacobinos y a todo el siglo XIX.
La conjunción entre el binomio
liberalismo económico y liberalismo político, establece el marco de referencia
entre los límites del sistema y sus contradicciones. Mientras que en las
marchas caceroleras las consignas se mueven en torno a los límites de las
libertades políticas y el reclamo por un gobierno que desbordó las funciones
prefijadas (liberalmente) de la representación. También marca un lìmite implícitamente
a las demás clases sociales que sostienen el proceso abierto en el 2003,
conjurando los derechos políticos y jurídicos con los económicos impuesto por
un Estado que dejó de ser mínimo.
El liberalismo político reclama
lìmites jurídicos frente a la autoridad política, para frenar cualquier avance
social y para que el propio estado no se “desnaturalice” de su función
reguladora normativa y como aparato represor.
Contrariamente, el liberalismo
económico no reconoce límites posibles y ve en la acumulación la realización de
las clases propietarias, que son el sujeto del derecho y del propio Estado,
proclamando el individualismo absoluto donde no hay (ni puede haber dentro del
sistema) restricciones de expropiación de una clase frente a otras[v]
(si la libertad termina en el derecho del otro, frente al liberalismo la
propiedad no reconoce límites). Mientras el concepto de individualidad como
identidad del otro para construir un colectivo, es censurado como violatorio
del derecho; ósea pone límites jurídicos / políticos a los reclamos económicos
de los trabajadores, pero reclamando libertad total para explotarlos.
Lìmite jurídico y libertad económica
son la base de sustentación de la organización política del sistema, por eso
los medios de producción son sacralizados y la propiedad privada de la fuerza
de trabajo violada.
Cacerolas para el amo
Toda ésta gama de reclamos de frenos
y desbordes, son edulcoradas con una mirada cristiana (y ahora papista) de la
pobreza, objetivando al sujeto social para moldearlo a fin de ser funcional a
los intereses de la llamada “sociedad civil”, por lo que el pobre tendría que
educarse para ser un verdadero ciudadano y saber votar, que no es otra cosa que
la aceptación por parte del esclavo de los valores y los intereses de su propio
amo.
Cuando se educa se adoctrina en
función de algo y de intereses impuestos por las clases dominantes.
Cuando se dice que los pobres y
clases subalternas no saben votar se está diciendo que no votan en función de
los intereses de las clases privilegiadas.
De todos estos elementos es donde
surge la autoproclamada gentes del 46% a
los que hay que escuchar y obedecer, mientras que el otro 56% un NN
social.
[i]
Las invasiones a Irak y Afganistán con la sucesión de desajustes en oriente
medio, marca la etapa senil del sistema ante las sucesivas y cada vez màs
profundas crisis.
[ii]
La burguesìa en su conjunto puede adaptase a cualquier situación dentro de su
propio sistema, pero rechazando la dinámica de la propia historia de la
humanidad.
[iii]
Si bien se hace una división a modo explicativo entre campo y ciudad, ambos
están atravesados y subordinados al capital financiero.
[iv]
Desde la oligarquía nacional a los empresarios de los 90s, la entrega a los
capitales foráneos para convertirse en rentista (de la tierra y de la timba)
fue una constante.
[v] Es
el socialismo que reclama por la restricción a la expropiación de la propiedad
privada de una clase sobre otras, defendiendo irrestrictamente la propiedad
privada innata al hombre y que el capitalismo niega, la fuerza de trabajo.
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