2 de agosto de 2013

La retórica del trotskismo argentino




                                   Metafísica, religión e idealismo


Eduardo C. Ibarra

Desde la década de los 90s los partidos que se definen trotskistas han tenido o ganado cierta relevancia en el ámbito político nacional. Màs allà de los sinfín de grupos y facciones que pululan por nuestra historia, en esa década es cuando empiezan a tener màs relevancia mediática y algún esbozo de logro electoral, a partir del crecimiento del MAS (movimiento al socialismo) dirigido por Luis Zamora; hoy devenido en un defensor del horizontalismo. De hecho el MAS no sòlo fue un fenómeno local, ya que la Argentina fue considerada como el país que màs cerca se encontraba al triunfo de las ideas de Leòn Trotsky. Pero la Revolución Permanente se agotò en un par de  bancadas en el Congreso ganadas por su rimbombante líder, que una vez terminado el período legislativo, se redujo a su mínima expresión numérica.
Después de èste proyecto fallido, el guante del “los verdaderos defensores del gobierno de los obreros” es levantado por las pequeñas sectas que deambulan por el mercado originalmente autóctono del trotskismo, las cuales siempre se alimentaron de los quiebres y crisis en determinados momentos coyunturales.  Con un panorama internacional de hegemonía liberal producto de los desaciertos de los partidos comunistas, de la ultraburocratizaciòn soviética, y el fin de los movimientos revolucionarios nacidos de la experiencia cubana, los predicadores del dogma ideal encontraron su mercado de decepcionados y aturdidos ideológicos.
Hoy día nos encontramos ante una cantidad de grupos autodefinidos trotskista, que tratan de ser el centro de atención de los medios masivos y de las protestas màs disímiles. Con la llegada del Kirchnerismo en el 2003 y  su política de recomposición del Estado como interventor y mediador de la economía y los conflictos sociales, conjuntamente con la inserción en el contexto Latino Americano de asunción de gobiernos populares, la izquierda se enfrentó a la disyuntiva de seguir catalogando al Estado como de la burguesía o la de comprender que dentro de la súper estructura, la reproducción del capital y las luchas por la hegemonía cultural, se producen y reproducen al igual que en la infraestructura, sin ser obligatoriamente un espejo de las relaciones de producción, que la condicionan y determinan. Obviamente esto implica tomar al marxismo desde el marxismo como una metodología de aprehensión y transformación, pero sin perder el espíritu crítico,  incluso si dentro del análisis crítico se encuentran los propios fundadores y sus continuadores “oficiales” del marxismo. En la práctica se traduce en apoyar los logros alcanzados por las clases trabajadoras, aunque sean dados desde “arriba”, como un avance hacia mayores conquistas y contradicciones dentro del propio sistema, hasta lograr una madures objetiva y subjetiva del proceso histórico abierto, o ver al Estado como una institución burguesa homogénea y monolítica que siempre actuará en forma consciente, sin la posibilidad de que las clases trabajadoras y los luchadores de izquierda puedan participar e intervenir, a menos que traicionen a su propia clase[i].
Obviamente el trotskimos se para frente a èste proceso desde la mirada simplista de lo que es el Estado y su identificación con la burguesía, por lo tanto no hay posibilidad de aceptar los avances y logros de las clases trabajadoras, ya que son sòlo medidas de distracción para apaciguar los verdaderos reclamos obreros y las luchas revolucionarias que devienen de èstos. Aunque Marx sòlo hace mención de la revolución permanente en su análisis de la revolución obrera fallida en Francia de 1848[ii], Trotsky lo toma como idea central frente al y los Estados burgueses.

El sujeto histórico
Dentro del marxismo el sujeto histórico es aquel depositario del cambio del sistema en el que se encuentra inmerso, la clase social capaz de derrotar a quien detenta el poder y a su estructura, para construir nuevas relaciones de producción que posibiliten el desarrollo potencial de la nueva fuerza social. En el sistema capitalista ese sujeto es la clase obrera, donde su propio desarrollo, cuantitativo y por ende cualitativo, entra en contradicción dentro del propio sistema, por lo que se hace indefectible la confrontación con la burguesía, que es la clase que detenta la propiedad de los medios de producción y de los instrumentos de sojuzgamiento.
Ahora bien, los grupos trotskista han tomado a los escritos clásicos del marxismo como ejes indiscutibles de lo que es la sociedad y lo que debería ser, no hay posibilidad de crítica o corrección de los textos frente a nuevas realidades. Marx, Engels, Lenin (aunque con algunas salvedades) y Trotsky, son mesías del devenir histórico. Si bien Marx escribió sobre el desarrollo del capitalismo y sobre la conformación de la clase obrera de la primera mitad del siglo XIX, esto es trasladado automáticamente a las relaciones sociales del siglo XXI, sin que medie, salvo pequeños detalles, cambio alguno, ni en las condiciones materiales, ni en la conciencia de la propia clase, por lo que todo lo que pueda condicionar o modificar ciertas categorías de análisis, es vista como una deformación burguesa de la doctrina socialista. Asì el marxismo deja de tener vida, transformándose en un dogma metafísico en el cual la metodología de aprehensión y transformación de la realidad da paso a una creencia casi mística de lo que es y lo que debería ser.
 La columna vertebral del marxismo es la dialéctica materialista, la cual comprende la historia de la humanidad como hechos dinámicos, producto de la lucha de clase entre explotados y explotadores. Es la historia de la lucha de fuerzas contrarias, mediadas y condicionadas por la posesión de los medios de producción y de la apropiación de los excedentes producidos, que le imprime su propia visión de la realidad a cada clase social de acuerdo al lugar que èsta ocupe. Es la historia comprendida a partir de leyes que dan la posibilidad de comprender y por lo tanto transformar la realidad social y asì lograr un avance en el desarrollo de fuerzas productivas.
Si se toma a la clase obrera como un mero hecho histórico dado e inmutable, se deja de lado la posibilidad de construcción de la propia clase, aun dentro del sistema capitalista y también de su propia conformación como clase, por lo que se la transforma en un actor pasivo de su identidad, al que sòlo le queda esperar un quiebre revolucionario para poder ser ese sujeto histórico.
El trotskismo toma a los medios de producción como las condiciones materiales que determinan a la clase y la limitan. Marx hablò de èstas condiciones objetivas y Lenin de la conformaciòn de subjetividad a partir del partido de vanguardia, por lo que los trotskistas no se animan a ir màs allà de lo que dicen los grandes maestros. Como actor inmutable, la clase obrera es tomada como un actor súper activo al momento de dar soluciones y esgrimir propuesta políticas. Es recurrente que en los discursos de esta secta el obrero sea la solución a todos nuestros males, como la venida del hijo de Dios que nos traerá el paraíso tan esperado.

La lógica de una concepción ilógica
En sus discursos nunca puede faltar la recurrencia al obrero como destinatario y hacedor del devenir, todo termina y empieza en ese obrero que sabrà dirigir todo y que nos darà respuesta a todo, desde los grandes problemas hasta los màs pequeños, por disimiles que sean: distribución de la riqueza, ecología, relaciones internacionales, balanza comercial, discriminación, dolores de muelas, etc,. Por lo tanto el obrero es el comodìn al cual se recurre ante la falta de respuestas concretas, convirtiéndose de sujeto histórico a objeto maleable. Ese sujeto, que Marx estudiò y lo conceptualizò, màs allà de que haya sido en 1830, para los trotskista sigue siendo el mismo, sin ningún tipo de posibilidad de desarrollo posterior, desde una sociedad donde el campo seguía teniendo predominio y la estratificación social era clara, donde el sistema servil y la monarquía tenìan grandes porciones de Europa, donde la revolución de la industria pesada todavía no había hecho su total aparición y las clases medias eran insignificantes, el obrero sigue estando inmutable. A pesar de que hoy la clase obrera tiene en su genética todas las luchas, experiencias, triunfos y errores, a pesar de que la complejidad de las relaciones sociales y la fragmentación de la sociedad civil en su desarrollo cada vez màs autónomo del Estado, a pesar de los grandes monopolios transnacionales y los organismos gubernamentales y no gubernamentales que condicionan y disputan soberanía al propio Estado, asì también como el impensado hipercrecimiento de los medios de comunicación y educación, para el evangelio/ trotskismo la clase obrera y las demás clases  siguen siendo las mismas, sin posibilidad de haber cambiado a partir de dos siglos de historia, en la cual sòlo juega su papel determinante a la hora de construir subjetividad y conciencia social, la aparición del leninismo y el desarrollo del partido de vanguardia como conciencia política màs allà del economicismo producto de las luchas “naturales” de reivindicación de la propia clase obrera. Sin entender el contexto histórico de la Rusia zarista del siglo XX con pretensiones del XVI, con una industria concentrada y extranjerizada y con campesinos devenidos en obreros jóvenes, que rompían con las tradiciones y se formaban (aprendían a leer y escribir) por la prensa y libros socialistas,  con una clase obrera que pudo formarse como tal a través del contacto con la “inteligencia” de la vanguardia de los populistas, anarquistas y marxistas, en su mayoría intelectuales de la pequeña burguesìa, el obrero sigue siendo el mismo, amèn.
Al tomar el concepto y no el método, se termina en la metafísica de conceptos fosilizados en un tiempo que no reclama procesos históricos,  ni toma en cuenta el desarrollo de la clase y sus diversas identificaciones en distintos momentos y en distintos lugares. No se toma en cuenta los logros ni lo que la clase verdaderamente quiere, a pesar de ser una clase (si podemos hablar de una sola clase) que es inmensamente màs instruida que la de la Rusia campesina.
Si bien la clase obrera es tomada como hiperactiva y a la cual se le endosa todo tipo de responsabilidades a futuro, para explicar el pasado y el presente, los evangélicos trotskistas la relegan a un lugar casi de paciente lobotomizado y pasivo.
 En el pasado y presente la lógica es dual, por un lado se reivindica todo los avances a la lucha de clases, pero a la hora de analizar el por què de la supervivencia del capitalismo, siempre, pero siempre, la clase obrera fue traicionada por una burocracia que negociò y vendió la lucha o fue encantada por la burguesía que la engañó con cantos de sirenas. Como un piloto automático siempre caen en las mismas respuestas simplistas, sin espíritu crìtico, no sòlo a la participación en los hechos de la clase, sino de los propios partidos trotskistas. Cabe preguntarse, si es asì, acaso la burocracia no surge de la propia clase obrera, que por acción u omisiòn es aceptada o fue aceptada a lo largo de toda la historia del siglo XX. Cabe preguntarse si lo que se consiguió y la respuesta que dio la burguesìa a los reclamos, fue satisfactorio para la clase, a pesar de las luchas y derrotas. Y por último, no es ajena la clase a la supervivencia del propio capitalismo, en el cual la clase obrera todavía no visualiza un sistema superador, a pesar de lo criminal que es el sistema capitalista?  Què rol y què resultado tuvieron los partidos de izquierda a la hora de conquistar la mente y los corazones proletarios?
Obviamente los trotskistas pondrán el grito en el cielo, diciendo que la clase obrera no pudo construir el socialismo por culpa de esos “agentes externos”, por lo que relegan a un lugar de pasividad absoluta a dicha clase frente a èstos actores, sin ningún tipo de crìtica y autocrìtica.


La vanguardia de los iluminados, hijos del hijo del Dios.

Si Marx bajò los mandamientos a Trotsky y Lenin, èste último no fue para  nada ortodoxo ante la toma de poder en un país atrasado[iii], ni tampoco a la hora de criticar su propia teoría, dando un giro desde el ¿Què hacer? de 1902 a sus escritos posteriores a la Revoluciòn de 1917. Obviamente para los trotskistas los escritos son letra pétrea y todas las clasificaciones se encuentran ahì, burguesìa, pequeña burguesìa, proletario, lumpen, gobiernos burgueses o bonapartistas, etc., por lo que Marx dijo y no dijo y la ampliación de su hijo ideológico Leòn trotsky, no puede ser puesto en contradicción ni modificando, so pena de caer en la herejía burguesa y burocrática revisionista. Por lo tanto el rol de la vanguardia, ósea ellos, es el de guiar e iluminar el camino hacia el paraíso obrero, calcando el sentido del partido de Lenin pre revolución rusa y desconociendo la propia síntesis que abrió la naciente URSS, y todos los movimientos revolucionarios del tercer mundo en los procesos de descolonización, con su impronta nacional, étnica y cultural.

Al interpretar dogmáticamente los escritos de Marx, la clase obrera deja de ser o de tener importancia como tal, para pasar a convertirse en lo que los discípulos de Troksky quieren que sea, menospreciando a la propia identidad de la clase y viendo a la Revolución como el advenimiento del juicio final, que obligatoriamente llegarà de la mano de los defensores de la fe y de la forma en que dictan las sagradas escrituras. Se trastoca tanto lo que es el marxismo que del materialismo se pasa a un idealismo religioso digno de fanáticos de la nada material.  Como una máxima platónica, si la realidad no es como ellos piensan, peor para la realidad.

El análisis histórico, sesgado y deformado, de ponerse en lugares que nunca ocuparon, ni revoluciones que nunca realizaron, le imprime un sentido histèrico a la explicación del por què no se hizo la luz en el socialismo. Sin una historia propia, todo surge desde la deportación de Trotsky y su asesinato, en la cual la revolución obrera y socialista, fue traicionada por el mal personificado en la persona de Stalin. Como un Caìn que mata a Abel, el paraíso habrìa sido sòlo si el hijo de la pureza socialista hubiese dirigido la URSS; tirando por tierra toda la visión filosófica y científica del marxismo, relegando a dos hombres y un puñados de seguidores el propio proceso revolucionario, la historia de Rusia, el contexto internacional, la relación económica y política en la esfera internacional y la composición sociológica del país, (y mil etc màs).
Sin anclaje en la historia y en la realidad de la clase obrera, trasladan las ideas a los hechos y los fuerzan a entrar dentro de los mandamientos socialistas; si todo gira en torno a una visión negativa, se hace imprescindible encontrar los aspectos positivos para que den sustento al ser trotskista (sino serìan meros relatores), y al no tener participación en las grandes luchas toman a la Revolución Rusa como el hito único y puro de acuerdo a los escritos sagrados. La purifican como el nacimiento de Cristo, con su predicamento, su calvario y el sacrificio final en un picahielo.  Todas las revoluciones posteriores son juzgadas de acuerdo a los hechos sagrados desde 1917 a 1924, y por lo tanto atacadas, descalificadas,  por no tener al trotskismo como guía  de ningún hecho revolucionario en  nombre propio; los discípulos se vuelven sacerdotes y exégetas. En la coyuntura presentan a los hechos particulares como manifestaciones de los grandes movimientos y cambios, como aquellos predicadores que tienen como fin el advenimiento del apocalipsis para llegada del paraíso. Sean marchas estudiantiles, huelgas obreras, tomas de fábricas, etc, siempre ven ahì la semilla que hará florecer el socialismo, trasladando lo micro a lo macro, con una desmesura digna de los apóstoles del juicio final en lo  que todo remite a su prédica; y si el tiempo pasa sin que la profecía se cumpla, es tapada por otros hechos que renovarán el tan anunciado final.
Como menciona Gramsci: El sectarismo se exalta frente a los pequeños actos internos que tendrán para èl un significado esotèrico y lo llenaràn de mìstico entusiasmo. El historiador, aun dando a cada cosa la importancia que tiene en el cuadro general, pondrá el acento principalmente sobre la eficiencia real del partido, sobre su fuerza determinante, positiva y negativa, sobre el hecho de haber contribuido a crear un acontecimiento y también de haber impedido que otros se produjesen.


La falta de relevancia como partido  y de una historia propia dentro de los movimientos y revoluciones del siglo pasado, les imprime un carácter de impotencia frente a los que forjaron los cambios y lideraron las masas de los países del tercer mundo, por lo que articulan sus propuestas políticas frente a otros grupos o partidos, desde una lógica falaz de imponer concepciones ideales frente a hechos concretos. Es errado contrastar el perfeccionismo ideal a los programas políticos plasmados con obvias contradicciones.
Aquellos que conforman los proyectos políticos y que los han puesto en marcha, tiene la responsabilidad de los avances y errores, los logros y las derrotas, pero los grupos trotskistas que se han parado frente a la realidad desde posiciones idealistas sin tener que rendir cuenta de nada, sòlo es el debería ser frente a lo que es. Desde la teoría a los hechos hay un sinfín de contradicciones y los trotskistas nunca han tenido contradicciones frente a los proyectos puestos en marcha en algún país, por el simple hecho que nunca los realizaron.  Por lo tanto desde una posición meramente discursiva, se puede ser maximalista de cara a cualquier logro que otro partido no trotskista pueda haber logrado; siempre se es poco frente a èstos voceros del dogma.

La lógica de un demonio llamado stalinismo y bonapartismo, los ha llevado a no comprender la política internacional y los movimientos nacionales tercermundistas, cuyas masas adoptaron y se forjaron en movimientos de liberación nacional, ya no de carácter liberal, ni fascista sino socialista, en la cual las grandes masas campesinas fueron mayoritariamente los motores del cambio revolucionario. Por lo que al no estar dentro de la pureza supuestamente obrerista, el trotskismo ha terminado jugando a favor del imperialismo frente a estos frentes de liberación.

El ejemplo màs claro y actual es la posición tomada frente a la llamada primavera árabe, donde el actor revolucionario es  puesto en los grupos de mercenarios que atacan a los gobiernos de Libia y Siria. Llamando torpemente “ al despertar de los trabajadores” frente a èstos regímenes, no teniendo en cuenta que ni los trabajadores se encuentran dentro de estos movimientos, ni la derrota de los gobiernos trae el socialismo ni la felicidad del pueblo, sino la barbarie y el dominio del imperialismo frente a los gobiernos títeres impuestos.

La primavera árabe fue un movimiento heterogéneo que tuvo disimiles causas y objetivos, no puede negarse que se encuentran íntimamente ligados a la nueva posición de EEUU en Oriente Medio y su estrategia geopolítica, que conjugan una serie de factores tanto internos como externos y la interrelación de interese económicos financieros con políticas globales de cara a la perdida de hegemonía frente a China.

Cabría preguntarse, frente a estas pobres y simplistas consignas que esgrimen los trotskistas, cual fue el avance de los pueblos en Libia después de la caída de Kadafi?. Cuál es el sistema socialista impuesto en la ex Yugoslavia y la ex URSS? Què tienen de revolucionario y proletario los mercenarios sirios financiados por la Cia y entrenados por Erdogan?. Cuál es la situación de Egipto después de los vientos primaverales?  El socialismo vendrà de la mano de mercenarios y fanáticos religiosos? [iv]


Dios es argentino

Basta con leer las plataformas electorales de los partidos trotskistas para darse cuenta que las propuestas maximalistas y coyunturales, apuntan a ganar cargos legislativos, no para jugar un papel transformador y revolucionario, sino de autoconservaciòn  en el espacio político burgués ganado. Què sería sí por casualidad alguno de estos grupos logran ganar, aunque sea,  un pequeño municipio?

Desde èsta posición maximalista e idealista, se plantan aquellos que critican toda la historia de los partidos de masas o socialistas no trotskistas, sin poder dejar de despotricar contra el Partido Comunista y contra el peronismo; como una necesidad hegeliana de encontrar su identidad frente a otro contrario,  sus propuestas confunden lo coyuntural con lo histórico, los principios con los hechos, las ideas con las condiciones objetivas.

La lógica del discurso gira siempre en torno a  la toma del poder por y para la clase obrera, la cual decidiría en una forma de democracia directa, las políticas a seguir, siendo los trotskistas una suerte de correa de transmisión entre las decisiones tomadas en la base y las políticas de Estado. Aquì nos encontramos con otras de las interminables incongruencias, cuya lógica de nuevo no cierra por varios motivos:
1-    Si son (o dicen ser) la clase obrera y sus fieles representantes democràticos, por què son siempre los mismos eternos candidatos, que por otra parte, o nunca fueron obreros[v] o lo han sido en un tiempo muy pasado, por lo que los lleva a ser lo que siempre criticaron, burócratas sin Estado.
2-    Si son los verdaderos defensores de los intereses de clase, por què nunca la clase los votò, ni fueron parte de ningún proceso revolucionario?
3-    Si todas las medidas tomadas, una vez llegados al poder, serán decididas de acuerdo a lo que la clase dicte. Còmo pueden anticipar las políticas a tomar en un futuro, si la clase obrera todavía no los votò ni para dirigir una sociedad de fomento?

Es obvio que las propuestas del evangelio trotskista giran siempre en torno a supuesto de lo que serían las políticas a tomar, pero vista desde una realidad simplificada, quieta y homogénea, con malos y buenos, y sin contradicción posibles.
Cuando toman en cuenta ciertos aspectos económicos sociales, dejan de lado cualquier otro tipo de variable que indefectiblemente se encuentran interconectadas. Por ejemplo, si el tema es el 82% móvil a los jubilados, no toman en cuenta la situación demográfica, la población económicamente activa y a què se asignan eso recursos en el sistema de reparto; como dijo Altamira en una entrevista en la Naciòn[vi], el 82% lo vamos a aplicar por principios ¿?, traducido quiere decir que  no tienen ni idea de lo que es el sistema previsional,  màs que principios èste serìa un lamentable final.
Otro ejemplo que dan con respecto a la deuda externa y el tan consabido no pago, es el desconocer la deuda (sin discriminar entre ilegítima y legítima), ir al tribunal de la Haya y llamar a los pueblos del mundo a revelarse y seguir su ejemplo; raro escuchar esto de quienes han pasado la prueba de la blancura ideológica, aunque no es raro que se crean el ombligo del mundo.

Màs allà de las diferencias ideológicas, conceptuales, històricas, etc, etc, siempre desconfiè de los tipos que tienen respuesta a todo y no necesitan de nadie en su saber auto coronado. Todo marxista (y no marxista también) sabe que el conocimiento es una construcción colectiva, no sòlo de toda la sociedad en la cual actuamos, sino de miles de años de acumulación. Pero en la fe de los iluminados la experiencia poco importa, sòlo es creer y difundir lo que el sabio dice, porque ya se avecina la profecía. El presente idealizado, el pasado sesgado y un futuro sumido en el fatalismo.

Es muy cómodo para muchos creer que pueden a buen precio y sin fatiga alguna procurarse y meterse en el bolsillo toda la historia y toda la ciencia política y filosófica concentrada en algunas formulitas.  F. Engels



















[i] La concepción de un Estado sin fisuras y homogéneo
[ii] “Este socialismo es la declaración de la revolución permanente, de la dictadura de clase del proletariado como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de clase en general, para la supresión de todas las relaciones de producción en que èstas descansan, para la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción, para la subversión de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales. Luchas de clases en Francia de 1848 a 1850.
[iii]  Criticado por Trotsky en su etapa menchevique; quienes representaban la ortodoxia marxista.
[iv] Esto no quiere decir que apoye a èstos regímenes, ni no crea que son los opresores de su pueblo.
[v] En la verdadera definición marxista de obrero.
[vi] Nota del sábado 4 de mayo de 2013

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