Metafísica, religión e idealismo
Eduardo C. Ibarra
Desde la
década de los 90s los partidos que se definen trotskistas han tenido o ganado
cierta relevancia en el ámbito político nacional. Màs allà de los sinfín de
grupos y facciones que pululan por nuestra historia, en esa década es cuando
empiezan a tener màs relevancia mediática y algún esbozo de logro electoral, a
partir del crecimiento del MAS (movimiento al socialismo) dirigido por Luis
Zamora; hoy devenido en un defensor del horizontalismo. De hecho el MAS no sòlo
fue un fenómeno local, ya que la Argentina fue considerada como el país que màs
cerca se encontraba al triunfo de las ideas de Leòn Trotsky. Pero la Revolución
Permanente se agotò en un par de bancadas
en el Congreso ganadas por su rimbombante líder, que una vez terminado el
período legislativo, se redujo a su mínima expresión numérica.
Después de
èste proyecto fallido, el guante del “los verdaderos defensores del gobierno de
los obreros” es levantado por las pequeñas sectas que deambulan por el mercado originalmente
autóctono del trotskismo, las cuales siempre se alimentaron de los quiebres y
crisis en determinados momentos coyunturales.
Con un panorama internacional de hegemonía liberal producto de los
desaciertos de los partidos comunistas, de la ultraburocratizaciòn soviética, y
el fin de los movimientos revolucionarios nacidos de la experiencia cubana, los
predicadores del dogma ideal encontraron su mercado de decepcionados y
aturdidos ideológicos.
Hoy día nos
encontramos ante una cantidad de grupos autodefinidos trotskista, que tratan de
ser el centro de atención de los medios masivos y de las protestas màs
disímiles. Con la llegada del Kirchnerismo en el 2003 y su política de recomposición del Estado como
interventor y mediador de la economía y los conflictos sociales, conjuntamente
con la inserción en el contexto Latino Americano de asunción de gobiernos populares,
la izquierda se enfrentó a la disyuntiva de seguir catalogando al Estado como
de la burguesía o la de comprender que dentro de la súper estructura, la
reproducción del capital y las luchas por la hegemonía cultural, se producen y
reproducen al igual que en la infraestructura, sin ser obligatoriamente un
espejo de las relaciones de producción, que la condicionan y determinan.
Obviamente esto implica tomar al marxismo desde el marxismo como una
metodología de aprehensión y transformación, pero sin perder el espíritu crítico, incluso si dentro del análisis crítico se
encuentran los propios fundadores y sus continuadores “oficiales” del marxismo.
En la práctica se traduce en apoyar los logros alcanzados por las clases
trabajadoras, aunque sean dados desde “arriba”, como un avance hacia mayores
conquistas y contradicciones dentro del propio sistema, hasta lograr una madures
objetiva y subjetiva del proceso histórico abierto, o ver al Estado como una
institución burguesa homogénea y monolítica que siempre actuará en forma consciente,
sin la posibilidad de que las clases trabajadoras y los luchadores de izquierda
puedan participar e intervenir, a menos que traicionen a su propia clase[i].
Obviamente
el trotskimos se para frente a èste proceso desde la mirada simplista de lo que
es el Estado y su identificación con la burguesía, por lo tanto no hay
posibilidad de aceptar los avances y logros de las clases trabajadoras, ya que
son sòlo medidas de distracción para apaciguar los verdaderos reclamos obreros
y las luchas revolucionarias que devienen de èstos. Aunque Marx sòlo hace
mención de la revolución permanente en su análisis de la revolución obrera
fallida en Francia de 1848[ii],
Trotsky lo toma como idea central frente al y los Estados burgueses.
El sujeto histórico
Dentro del
marxismo el sujeto histórico es aquel depositario del cambio del sistema en el
que se encuentra inmerso, la clase social capaz de derrotar a quien detenta el
poder y a su estructura, para construir nuevas relaciones de producción que
posibiliten el desarrollo potencial de la nueva fuerza social. En el sistema
capitalista ese sujeto es la clase obrera, donde su propio desarrollo,
cuantitativo y por ende cualitativo, entra en contradicción dentro del propio
sistema, por lo que se hace indefectible la confrontación con la burguesía, que
es la clase que detenta la propiedad de los medios de producción y de los
instrumentos de sojuzgamiento.
Ahora bien,
los grupos trotskista han tomado a los escritos clásicos del marxismo como ejes
indiscutibles de lo que es la sociedad y lo que debería ser, no hay posibilidad
de crítica o corrección de los textos frente a nuevas realidades. Marx, Engels,
Lenin (aunque con algunas salvedades) y Trotsky, son mesías del devenir
histórico. Si bien Marx escribió sobre el desarrollo del capitalismo y sobre la
conformación de la clase obrera de la primera mitad del siglo XIX, esto es
trasladado automáticamente a las relaciones sociales del siglo XXI, sin que
medie, salvo pequeños detalles, cambio alguno, ni en las condiciones
materiales, ni en la conciencia de la propia clase, por lo que todo lo que
pueda condicionar o modificar ciertas categorías de análisis, es vista como una
deformación burguesa de la doctrina socialista. Asì el marxismo deja de tener
vida, transformándose en un dogma metafísico en el cual la metodología de
aprehensión y transformación de la realidad da paso a una creencia casi mística
de lo que es y lo que debería ser.
La columna vertebral del marxismo es la
dialéctica materialista, la cual comprende la historia de la humanidad como hechos
dinámicos, producto de la lucha de clase entre explotados y explotadores. Es la
historia de la lucha de fuerzas contrarias, mediadas y condicionadas por la
posesión de los medios de producción y de la apropiación de los excedentes
producidos, que le imprime su propia visión de la realidad a cada clase social
de acuerdo al lugar que èsta ocupe. Es la historia comprendida a partir de
leyes que dan la posibilidad de comprender y por lo tanto transformar la
realidad social y asì lograr un avance en el desarrollo de fuerzas productivas.
Si se toma a
la clase obrera como un mero hecho histórico dado e inmutable, se deja de lado
la posibilidad de construcción de la propia clase, aun dentro del sistema capitalista
y también de su propia conformación como clase, por lo que se la transforma en
un actor pasivo de su identidad, al que sòlo le queda esperar un quiebre
revolucionario para poder ser ese sujeto histórico.
El trotskismo
toma a los medios de producción como las condiciones materiales que determinan
a la clase y la limitan. Marx hablò de èstas condiciones objetivas y Lenin de
la conformaciòn de subjetividad a partir del partido de vanguardia, por lo que
los trotskistas no se animan a ir màs allà de lo que dicen los grandes
maestros. Como actor inmutable, la clase obrera es tomada como un actor súper
activo al momento de dar soluciones y esgrimir propuesta políticas. Es
recurrente que en los discursos de esta secta el obrero sea la solución a todos
nuestros males, como la venida del hijo de Dios que nos traerá el paraíso tan
esperado.
La lógica de una concepción ilógica
En sus
discursos nunca puede faltar la recurrencia al obrero como destinatario y
hacedor del devenir, todo termina y empieza en ese obrero que sabrà dirigir
todo y que nos darà respuesta a todo, desde los grandes problemas hasta los màs
pequeños, por disimiles que sean: distribución de la riqueza, ecología,
relaciones internacionales, balanza comercial, discriminación, dolores de
muelas, etc,. Por lo tanto el obrero es el comodìn al cual se recurre ante la
falta de respuestas concretas, convirtiéndose de sujeto histórico a objeto
maleable. Ese sujeto, que Marx estudiò y lo conceptualizò, màs allà de que haya
sido en 1830, para los trotskista sigue siendo el mismo, sin ningún tipo de
posibilidad de desarrollo posterior, desde una sociedad donde el campo seguía
teniendo predominio y la estratificación social era clara, donde el sistema
servil y la monarquía tenìan grandes porciones de Europa, donde la revolución
de la industria pesada todavía no había hecho su total aparición y las clases
medias eran insignificantes, el obrero sigue estando inmutable. A pesar de que
hoy la clase obrera tiene en su genética todas las luchas, experiencias,
triunfos y errores, a pesar de que la complejidad de las relaciones sociales y
la fragmentación de la sociedad civil en su desarrollo cada vez màs autónomo
del Estado, a pesar de los grandes monopolios transnacionales y los organismos
gubernamentales y no gubernamentales que condicionan y disputan soberanía al
propio Estado, asì también como el impensado hipercrecimiento de los medios de
comunicación y educación, para el evangelio/ trotskismo la clase obrera y las
demás clases siguen siendo las mismas,
sin posibilidad de haber cambiado a partir de dos siglos de historia, en la
cual sòlo juega su papel determinante a la hora de construir subjetividad y
conciencia social, la aparición del leninismo y el desarrollo del partido de
vanguardia como conciencia política màs allà del economicismo producto de las
luchas “naturales” de reivindicación de la propia clase obrera. Sin entender el
contexto histórico de la Rusia zarista del siglo XX con pretensiones del XVI,
con una industria concentrada y extranjerizada y con campesinos devenidos en
obreros jóvenes, que rompían con las tradiciones y se formaban (aprendían a
leer y escribir) por la prensa y libros socialistas, con una clase obrera que pudo formarse como
tal a través del contacto con la “inteligencia” de la vanguardia de los populistas,
anarquistas y marxistas, en su mayoría intelectuales de la pequeña burguesìa,
el obrero sigue siendo el mismo, amèn.
Al tomar el
concepto y no el método, se termina en la metafísica de conceptos fosilizados
en un tiempo que no reclama procesos históricos, ni toma en cuenta el desarrollo de la clase y
sus diversas identificaciones en distintos momentos y en distintos lugares. No
se toma en cuenta los logros ni lo que la clase verdaderamente quiere, a pesar
de ser una clase (si podemos hablar de una sola clase) que es inmensamente màs
instruida que la de la Rusia campesina.
Si bien la clase obrera es tomada
como hiperactiva y a la cual se le endosa todo tipo de responsabilidades a
futuro, para explicar el pasado y el presente, los evangélicos trotskistas la
relegan a un lugar casi de paciente lobotomizado y pasivo.
En el pasado y presente la lógica es dual, por
un lado se reivindica todo los avances a la lucha de clases, pero a la hora de
analizar el por què de la supervivencia del capitalismo, siempre, pero siempre,
la clase obrera fue traicionada por una burocracia que negociò y vendió la
lucha o fue encantada por la burguesía que la engañó con cantos de sirenas. Como
un piloto automático siempre caen en las mismas respuestas simplistas, sin
espíritu crìtico, no sòlo a la participación en los hechos de la clase, sino de
los propios partidos trotskistas. Cabe preguntarse, si es asì, acaso la
burocracia no surge de la propia clase obrera, que por acción u omisiòn es
aceptada o fue aceptada a lo largo de toda la historia del siglo XX. Cabe
preguntarse si lo que se consiguió y la respuesta que dio la burguesìa a los
reclamos, fue satisfactorio para la clase, a pesar de las luchas y derrotas. Y
por último, no es ajena la clase a la supervivencia del propio capitalismo, en
el cual la clase obrera todavía no visualiza un sistema superador, a pesar de
lo criminal que es el sistema capitalista? Què rol y què resultado tuvieron los partidos
de izquierda a la hora de conquistar la mente y los corazones proletarios?
Obviamente los trotskistas pondrán el
grito en el cielo, diciendo que la clase obrera no pudo construir el socialismo
por culpa de esos “agentes externos”, por lo que relegan a un lugar de
pasividad absoluta a dicha clase frente a èstos actores, sin ningún tipo de
crìtica y autocrìtica.
La vanguardia de los iluminados, hijos del hijo del Dios.
Si Marx bajò los mandamientos a
Trotsky y Lenin, èste último no fue para
nada ortodoxo ante la toma de poder en un país atrasado[iii],
ni tampoco a la hora de criticar su propia teoría, dando un giro desde el ¿Què
hacer? de 1902 a sus escritos posteriores a la Revoluciòn de 1917. Obviamente
para los trotskistas los escritos son letra pétrea y todas las clasificaciones
se encuentran ahì, burguesìa, pequeña burguesìa, proletario, lumpen, gobiernos
burgueses o bonapartistas, etc., por lo que Marx dijo y no dijo y la ampliación
de su hijo ideológico Leòn trotsky, no puede ser puesto en contradicción ni
modificando, so pena de caer en la herejía burguesa y burocrática revisionista.
Por lo tanto el rol de la vanguardia, ósea ellos, es el de guiar e iluminar el
camino hacia el paraíso obrero, calcando el sentido del partido de Lenin pre
revolución rusa y desconociendo la propia síntesis que abrió la naciente URSS,
y todos los movimientos revolucionarios del tercer mundo en los procesos de
descolonización, con su impronta nacional, étnica y cultural.
Al interpretar dogmáticamente los
escritos de Marx, la clase obrera deja de ser o de tener importancia como tal, para
pasar a convertirse en lo que los discípulos de Troksky quieren que sea,
menospreciando a la propia identidad de la clase y viendo a la Revolución como
el advenimiento del juicio final, que obligatoriamente llegarà de la mano de
los defensores de la fe y de la forma en que dictan las sagradas escrituras. Se
trastoca tanto lo que es el marxismo que del materialismo se pasa a un
idealismo religioso digno de fanáticos de la nada material. Como una máxima platónica, si la realidad no
es como ellos piensan, peor para la realidad.
El análisis histórico, sesgado y
deformado, de ponerse en lugares que nunca ocuparon, ni revoluciones que nunca
realizaron, le imprime un sentido histèrico a la explicación del por què no se
hizo la luz en el socialismo. Sin una historia propia, todo surge desde la
deportación de Trotsky y su asesinato, en la cual la revolución obrera y
socialista, fue traicionada por el mal personificado en la persona de Stalin.
Como un Caìn que mata a Abel, el paraíso habrìa sido sòlo si el hijo de la
pureza socialista hubiese dirigido la URSS; tirando por tierra toda la visión filosófica
y científica del marxismo, relegando a dos hombres y un puñados de seguidores
el propio proceso revolucionario, la historia de Rusia, el contexto
internacional, la relación económica y política en la esfera internacional y la
composición sociológica del país, (y mil etc màs).
Sin anclaje en la historia y en la
realidad de la clase obrera, trasladan las ideas a los hechos y los fuerzan a
entrar dentro de los mandamientos socialistas; si todo gira en torno a una
visión negativa, se hace imprescindible encontrar los aspectos positivos para
que den sustento al ser trotskista (sino serìan meros relatores), y al no tener
participación en las grandes luchas toman a la Revolución Rusa como el hito
único y puro de acuerdo a los escritos sagrados. La purifican como el nacimiento
de Cristo, con su predicamento, su calvario y el sacrificio final en un
picahielo. Todas las revoluciones
posteriores son juzgadas de acuerdo a los hechos sagrados desde 1917 a 1924, y
por lo tanto atacadas, descalificadas,
por no tener al trotskismo como guía de ningún hecho revolucionario en nombre propio; los discípulos se vuelven
sacerdotes y exégetas. En la coyuntura presentan a los hechos particulares como
manifestaciones de los grandes movimientos y cambios, como aquellos
predicadores que tienen como fin el advenimiento del apocalipsis para llegada
del paraíso. Sean marchas estudiantiles, huelgas obreras, tomas de fábricas,
etc, siempre ven ahì la semilla que hará florecer el socialismo, trasladando lo
micro a lo macro, con una desmesura digna de los apóstoles del juicio final en
lo que todo remite a su prédica; y si el
tiempo pasa sin que la profecía se cumpla, es tapada por otros hechos que
renovarán el tan anunciado final.
Como menciona Gramsci: El sectarismo se exalta
frente a los pequeños actos internos que tendrán para èl un significado
esotèrico y lo llenaràn de mìstico entusiasmo. El historiador, aun dando a cada
cosa la importancia que tiene en el cuadro general, pondrá el acento
principalmente sobre la eficiencia real del partido, sobre su fuerza
determinante, positiva y negativa, sobre el hecho de haber contribuido a crear
un acontecimiento y también de haber impedido que otros se produjesen.
La falta de relevancia como
partido y de una historia propia dentro
de los movimientos y revoluciones del siglo pasado, les imprime un carácter de
impotencia frente a los que forjaron los cambios y lideraron las masas de los
países del tercer mundo, por lo que articulan sus propuestas políticas frente a
otros grupos o partidos, desde una lógica falaz de imponer concepciones ideales
frente a hechos concretos. Es errado contrastar el perfeccionismo ideal a los
programas políticos plasmados con obvias contradicciones.
Aquellos que conforman los proyectos
políticos y que los han puesto en marcha, tiene la responsabilidad de los
avances y errores, los logros y las derrotas, pero los grupos trotskistas que
se han parado frente a la realidad desde posiciones idealistas sin tener que rendir
cuenta de nada, sòlo es el debería ser frente a lo que es. Desde la teoría a
los hechos hay un sinfín de contradicciones y los trotskistas nunca han tenido
contradicciones frente a los proyectos puestos en marcha en algún país, por el
simple hecho que nunca los realizaron.
Por lo tanto desde una posición meramente discursiva, se puede ser
maximalista de cara a cualquier logro que otro partido no trotskista pueda
haber logrado; siempre se es poco frente a èstos voceros del dogma.
La lógica de un demonio llamado
stalinismo y bonapartismo, los ha llevado a no comprender la política
internacional y los movimientos nacionales tercermundistas, cuyas masas
adoptaron y se forjaron en movimientos de liberación nacional, ya no de
carácter liberal, ni fascista sino socialista, en la cual las grandes masas
campesinas fueron mayoritariamente los motores del cambio revolucionario. Por
lo que al no estar dentro de la pureza supuestamente obrerista, el trotskismo
ha terminado jugando a favor del imperialismo frente a estos frentes de
liberación.
El ejemplo màs claro y actual es la
posición tomada frente a la llamada primavera árabe, donde el actor
revolucionario es puesto en los grupos
de mercenarios que atacan a los gobiernos de Libia y Siria. Llamando torpemente
“ al despertar de los trabajadores” frente a èstos regímenes, no teniendo en
cuenta que ni los trabajadores se encuentran dentro de estos movimientos, ni la
derrota de los gobiernos trae el socialismo ni la felicidad del pueblo, sino la
barbarie y el dominio del imperialismo frente a los gobiernos títeres
impuestos.
La primavera árabe fue un movimiento
heterogéneo que tuvo disimiles causas y objetivos, no puede negarse que se
encuentran íntimamente ligados a la nueva posición de EEUU en Oriente Medio y
su estrategia geopolítica, que conjugan una serie de factores tanto internos
como externos y la interrelación de interese económicos financieros con
políticas globales de cara a la perdida de hegemonía frente a China.
Cabría preguntarse, frente a estas
pobres y simplistas consignas que esgrimen los trotskistas, cual fue el avance
de los pueblos en Libia después de la caída de Kadafi?. Cuál es el sistema
socialista impuesto en la ex Yugoslavia y la ex URSS? Què tienen de
revolucionario y proletario los mercenarios sirios financiados por la Cia y
entrenados por Erdogan?. Cuál es la situación de Egipto después de los vientos
primaverales? El socialismo vendrà de la
mano de mercenarios y fanáticos religiosos? [iv]
Dios es argentino
Basta con leer las plataformas
electorales de los partidos trotskistas para darse cuenta que las propuestas
maximalistas y coyunturales, apuntan a ganar cargos legislativos, no para jugar
un papel transformador y revolucionario, sino de autoconservaciòn en el espacio político burgués ganado. Què
sería sí por casualidad alguno de estos grupos logran ganar, aunque sea, un pequeño municipio?
Desde èsta posición maximalista e
idealista, se plantan aquellos que critican toda la historia de los partidos de
masas o socialistas no trotskistas, sin poder dejar de despotricar contra el
Partido Comunista y contra el peronismo; como una necesidad hegeliana de
encontrar su identidad frente a otro contrario,
sus propuestas confunden lo coyuntural con lo histórico, los principios
con los hechos, las ideas con las condiciones objetivas.
La lógica del discurso gira siempre
en torno a la toma del poder por y para
la clase obrera, la cual decidiría en una forma de democracia directa, las políticas
a seguir, siendo los trotskistas una suerte de correa de transmisión entre las
decisiones tomadas en la base y las políticas de Estado. Aquì nos encontramos
con otras de las interminables incongruencias, cuya lógica de nuevo no cierra
por varios motivos:
1- Si son (o dicen ser) la clase obrera
y sus fieles representantes democràticos, por què son siempre los mismos
eternos candidatos, que por otra parte, o nunca fueron obreros[v]
o lo han sido en un tiempo muy pasado, por lo que los lleva a ser lo que
siempre criticaron, burócratas sin Estado.
2- Si son los verdaderos defensores de
los intereses de clase, por què nunca la clase los votò, ni fueron parte de
ningún proceso revolucionario?
3- Si todas las medidas tomadas, una vez
llegados al poder, serán decididas de acuerdo a lo que la clase dicte. Còmo
pueden anticipar las políticas a tomar en un futuro, si la clase obrera todavía
no los votò ni para dirigir una sociedad de fomento?
Es obvio que las propuestas del
evangelio trotskista giran siempre en torno a supuesto de lo que serían las
políticas a tomar, pero vista desde una realidad simplificada, quieta y
homogénea, con malos y buenos, y sin contradicción posibles.
Cuando toman en cuenta ciertos
aspectos económicos sociales, dejan de lado cualquier otro tipo de variable que
indefectiblemente se encuentran interconectadas. Por ejemplo, si el tema es el
82% móvil a los jubilados, no toman en cuenta la situación demográfica, la
población económicamente activa y a què se asignan eso recursos en el sistema
de reparto; como dijo Altamira en una entrevista en la Naciòn[vi],
el 82% lo vamos a aplicar por principios ¿?, traducido quiere decir que no tienen ni idea de lo que es el sistema
previsional, màs que principios èste
serìa un lamentable final.
Otro ejemplo que dan con respecto a
la deuda externa y el tan consabido no pago, es el desconocer la deuda (sin
discriminar entre ilegítima y legítima), ir al tribunal de la Haya y llamar a
los pueblos del mundo a revelarse y seguir su ejemplo; raro escuchar esto de
quienes han pasado la prueba de la blancura ideológica, aunque no es raro que
se crean el ombligo del mundo.
Màs allà de las diferencias
ideológicas, conceptuales, històricas, etc, etc, siempre desconfiè de los tipos
que tienen respuesta a todo y no necesitan de nadie en su saber auto coronado.
Todo marxista (y no marxista también) sabe que el conocimiento es una
construcción colectiva, no sòlo de toda la sociedad en la cual actuamos, sino de
miles de años de acumulación. Pero en la fe de los iluminados la experiencia
poco importa, sòlo es creer y difundir lo que el sabio dice, porque ya se
avecina la profecía. El presente idealizado, el pasado sesgado y un futuro
sumido en el fatalismo.
Es muy cómodo para muchos
creer que pueden a buen precio y sin fatiga alguna procurarse y meterse en el
bolsillo toda la historia y toda la ciencia política y filosófica concentrada
en algunas formulitas. F. Engels
[i] La
concepción de un Estado sin fisuras y homogéneo
[ii] “Este
socialismo es la declaración de la revolución permanente, de la dictadura de
clase del proletariado como punto necesario de transición para la supresión de
las diferencias de clase en general, para la supresión de todas las relaciones
de producción en que èstas descansan, para la supresión de todas las relaciones
sociales que corresponden a esas relaciones de producción, para la subversión
de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales. Luchas de clases en
Francia de 1848 a 1850.
[iii] Criticado por Trotsky en su etapa
menchevique; quienes representaban la ortodoxia marxista.
[iv]
Esto no quiere decir que apoye a èstos regímenes, ni no crea que son los
opresores de su pueblo.
[v] En
la verdadera definición marxista de obrero.
[vi]
Nota del sábado 4 de mayo de 2013
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