(Por Eduardo Ibarra)
Los resultados de la ùltima reuniòn
de los paìses americanos en Indias de Cartagena, fueron por demás
novedosos en la historia de nuestros Estados Nacionales. Estò se
manifestò en un cambio radical de las relaciones internacionales de
los paìses de America latina con respecto a EEUU, en el cual Ecuador
negò su presencia ante la històrica discriminación de Cuba en las
Cumbres Americanas, posterior a la declaraciòn del carácter
socialista de la revoluciòn. A su vez la mayorìa de los paìses
participante se expresaron en contra de dicha discriminación,
conjuntamente con el reclamo y solidaridad por la situación colonial
de las Islas Malvinas.
Todo esto dentro de un marco històrico
de respeto entre los distintos Estados de Sur Amèrica y el Caribe,
producto de nuevos procesos polìticos y sociales, que tienen su
expresión en los acuerdos bilaterales, multilaterales y en la
creación de organismos internaciones gubernamentales, que
revalorizan una identidad propia, històrica y autónoma, a través
del ALBA, UNASUR y la CELAC.
Es en esta situación donde EEUU no
logra imponer la agenda, ni la firma conjunta de un documento final.
Si bien èsto marca un hito en la lucha
de nuestro continente y un resurgimiento de las ideas que dieron
origen a la independencia de las colonias americanas, tambièn hubo
un hecho aunque menor, no menos sintomático.
Meses antes del arribo de Obama, su
servicio de inteligencia y de seguridad presidencial, arribò con
antelación a fin de establecer los controles necesarios para la
integridad del representante polìtico del imperio y su comitiva. Sin
embargo en dicha estadía, de Rambos, James Bond y Terminators, los
agentes secretos se dedicaron a realizar multitudinarias fiestas
periódicas, con prostitutas y muchos libros de whisky. Ante el
espectàculo grotesco y el no pago de los servicios sexuales y
hoteleros, fueron intimados a retirarse, dejando en ridìculo al màs
eficiente poder militar y represivo del mundo.
Ante un hecho tan histriónico, las
grandes cadenas de medios pormenorizaron lo sucedido, sin mayores
trascendencias; cabrìa preguntarse que hubiese pasado si esto le
sucedía a la comitiva argentina, y que tratamiento hubiesen hecho
los medios internacionales y locales, cuantas comparaciones y
clasificaciones habrían hecho entre paìses serios y paìses que no
lo son, y a cuantos analistas de cabaret hubiésemos tenido que
aguantar.
Para entender que es el poder
norteamericano, no hay que remitirnos a lo que dicen ser, sino a los
hechos que nos demuestran lo que verdaderamente son1.
Tomando en cuenta su polìtica
imperialista de conquistas e invasiones a todos los paìses de la
Tierra (Doctrina Monroe recargada), surge claramente los motivos, los
modos y la concepción que se tienen a si mismo y hacia los demás
(ósea el resto de la humanidad). Tanto en las incursiones declaradas
con bombos, platillos y bandera al frente, (Vietnam, Repùblica
Dominicana, Afganistán, Irak, etc), como las operaciones encubiertas
o tercerizadas (mercenarios en África, militares golpistas en
Amèrica Latina, insurgentes contras y afganos, etc), siempre
tuvieron la misma concepción moral de ser superiores y de tratar
como subhumanos a los conquistados o derrotados, torturando,
asesinando, violando y ultrajando cuerpos. La ùltima gran creación
ante tamaña contradicción, de valores liberales y de militarismo
criminal, fue la entidad jurìdica del terrorista, en el cual se
establecen categorías religiosas para deshumanizar al enemigo u
opositor al règimen imperial y capitalista. Por lo tanto al
retrotraer la visiòn del mundo a una filosofía pre hegeliana, donde
todo es entendido entre blanco o negro, bueno o malo, el actor
demonizado es incapaz de estar dentro de un orden social y sobretodo
moral representativo del bien universal, haciendo del terrorista una
entidad mal de una maldad absoluta y hacer de su ser la constituciòn
de ella; es en sì todo lo malo, lo cual carece de todo derecho
dentro de la estructura jurìdica establecida, lo que lleva a que su
eliminación sea la ùnica soluciòn para preservar a un sistema
basado en el orden de lo “bueno”. Desde èsta concepción el
poder ve e impone reglas autoritativas, que sòlo pueden concebirse
como un todo o nada, el ser o no ser, sin entender la multiplicidad
de contradicciones que alberga dentro de todo sistema, necesario
para su existencia o su finalización.
Esta concepción filosòfica no està
dada sòlo por reflejo voluntarista de preservación de los propios
intereses, sino que lo insume dentro de la propia lògica que quiere
negar, que al no aceptar o exponer el propio movimiento dialèctico
que dio vida a su propia existencia, lo condiciona a negarlo producto
de la superaciòn que todo proceso humano y biològico implica; por
lo tanto hacer explìcito èsto implicarìa aceptar su propia
finiquitud y la posibilidad de que los actores subhumanizados tengan
la capacidad de superarlo en un salto dialèctico.
Esta idea del mundo unidimencional se
encuentra marcada por el inicio mismo de la actuación de EEUU en el
plano internacional, en la cual de una doctrina de no intervención
extra territorial, surgiò la necesidad econòmica y polìtica de
proteger sus intereses en el resto del continente ante la amenaza de
las viejas monarquías europeas y de la conformaciòn o deformación
posterior de desplegar su influencia a todo el mundo, producto de la
caìda de Inglaterra como potencia y el surgimiento de un nuevo
capitalismo financiero (imperialismo).
Desde los motivos reales surge toda una
composición de relatos culturales, esgrimiendo valores supuestamente
universales, conformando un marco de legalización a las acciones
militares que responden a intereses geopolìticos y econòmicos; es
interesante la composición de un relato principista que hace
Kissinger en su libro la Diplomacia1.
A partir de la caìda del campo
socialista, la expansiòn del capitalismo fue universal y sin lìmites
de fronteras ni soberanìas, por lo que no sòlo cayò un sistema
opuesto al libre mercado, sino tambièn se produjo la perforación de
la autoridad y dominio de los Estados en sus respectivos territorios,
por parte del capital financiero. Ante la mìnima capacidad de
autonomìa y resistencia a la ola liberalizadora, la respuesta
militar era contundente, como nunca antes se manifestò en la
historia, ya se por la capacidad de respuesta, el desarrollo militar, la
unilateralidad o la destrucción masiva a la que eran sometido los
territorios díscolos.
Este proceso tuvo su necesario reflejo
teòrico y cultural; comúnmente llamado ideologìa, desplazando todo
análisis crìtico, y decretando el fin de las ideologías y el fin
de la historia1.
Desde èste relato ideològico
hegemònico, se dio por terminada y sepultada la experiencia
socialista, como fase necesaria al comunismo, dejando en pie sòlo
como contraparte los socialismos de mercado o socialdemócratas
liberales. A su vez toda experiencia keynesiana del llamado Estado
benefactor, fue tomada como una interferencia artificial de la
polìtica sobre la natural actividad econòmica2.
La historia es dialéctica
Si bien el análisis de los pensadores
liberales trata de desconocer los movimientos dialècticos de la
historia, no pueden negar la dinàmica de los procesos humanos y
biològicos, por lo que el relato teòrico necesita para sujetar a
las mentes y a los corazones de todos los dominados en una
idealización metafìsica (estática) de la realidad. Cuando dieron
por sepultada la experiencia socialista, no tuvieron en cuenta o
desconocieron la propia dinàmica de los procesos revolucionarios a
lo largo de toda la historia de la humanidad. Todos los procesos
revolucionarios tienden a consumirse en sus propios actos, para dar
paso a nuevos sistemas de producciòn y de creencias.
Tanto nuestra estructura de pensamiento
(occidental), como las ideas filosóficas y políticas, que dieron
paso a través de 2500 años de historia a nuestra organización
social y política, fueron originadas por generaciones de pensadores
atenienses que reflexionaron sobre la experiencia de la democracia en
la edad de oro de Pericles. Estas nuevas concepciones surgen a partir
de la caída y el fin del esplendor ateniense, tanto por sus luchas
fraccionales internas, como por la derrota ante Esparta en la guerra
del Peloponeso.
El cristianismo surge y se erige, desde
las catacumbas romanas, sobre los escombros del mayor imperio
conocido en la antigüedad y se constituye como el mayor poder moral
y/o ideològico de la edad media.
La revoluciòn francesa fue la que
parió al nuevo e insipiente sistema político capitalista,
enterrando a la monarquìa y al feudalismo, cuyo ciclo llega a su fin
con la derrota de los jacobinos de Robespierre y Danton, derrotados
por las clases màs conservadoras de la burguesìa y tambièn
fagocitados por su propia obra. A su vez la figura de Napoleòn
aparece como ordenador del proceso revolucionario y negador en parte
de las ideas polìtcas de 1789, pero desde su militarismo expansivo
logra extender màs que un ejercito conquistador y la de su propia
figura imperial. Lleva en sus tropas la semilla de una nueva forma de
entender al mundo, que a pesar de ser derrotado en su necia invasión
a Rusia y de la instauración de la monarquìa de la mano de la Santa
Alianza, van a ser las nuevas fuerzas de la burguesìa, las que
universalicen el nuevo sistema capitalista3.
La URSS ha caìdo producto de su
propia inexperiencia, sus errores y la incapacidad de sostener en el
tiempo una defensa eficaz frente al Imperialismo. Su desarrollo
estuvo signado por el propio retraso econòmico y social,
conjuntamente con la necesidad de ir dando respuesta a hechos y
situaciones en las cuales no contaba con conocimientos o ejemplos
anteriores. Si bien cabe destacar que desde su nacimiento siempre fue
faro y sostén del desarrollo de la revoluciòn socialista mundial,
desde los acontecimientos en Alemania de 1920, hasta la ayuda a los
Frentes de Liberación y la protecciòn (económica, política y
diplomática) a los nuevos paìses socialistas (a pesar de la idea
del socialismo en un sòlo paìs), su propia supervivencia estuvo
condicionada y en parte negada en el desarrollo mundial del
socialismo.
El tan mentado y artificial juego
teórico del pragmatismo y la naturalización de las relaciones
sociales, que la burguesía practica y nos practicó, nos es más que
el enmascaramiento de la ley dialéctica de la historia de la
humanidad. Todo proceso termina negado en su propio surgimiento,
negando su carácter nacional para afirmar su nueva condición
universal. Para que la revolución viva la propia revolución tiene
que morir.
El mito vive
No es casual que las causas y
comportamientos del Imperialismo y de toda la burguesìa, estèn
llenas de contradicciones y manifestaciones burdas como las que
arriba se menciona. La moral burguesa es un compendio de reflejos
vacíos e hipócritas, que tratan de imponer por la coacción.
Como analiza Mariàtegui en “El
Hombre y el mito”, el mito es el que mueve al hombre en la
historia, sin un mito la existencia del hombre no tiene ningùn
sentido històrico, porque no se conforma con la infecundidad, no se
resigna a ser un ser metafísico. Por eso se plantea las soluciones a
los problemas que està en condiciones de resolver, pero no desde una
forma temporal, en la cual toda verdad de hoy no será vàlidad
mañana o como un movimiento revolucionario que entienda su carácter
conservador en el futuro, sino como una verdad absoluta e infinita,
que dé las respuestas a todos los problemas actuales y venideros,
porque las masas no reparan en sutilezas, arremeten con el ímpetu de
lo nuevo, sin reparar en relativismos.
Las nuevas ideas fuerzas del
proletario surgen en parte como respuesta a la alineación de la
capacidad del hombre frente a las ideas religiosas y disociantes del
sistema explotador. Hacen descender la fe y la mìstica del cielo a
la tierra, rompen con las ideas paralizantes y naturalizadas que
instrumentan contra su propia clase.
Con prepotencia y desden el proletario
reclama un nuevo sistema, asentado en su fe hacia el mito; que Sorel
entiende como la huelga y Mariàtegui como la revoluciòn social. En
frente, la fuerza opresora de la burguesìa carece de mito, el suyo
se ha extinguido, no tiene sangre en su cuerpo, niega cuando el
proletario afirma, retrocede cuando èste avanza, es un cadáver
pudriéndose que en su muerte intenta arrastrar a todo. El proletario
con su verdad absoluta no mira hacia atrás, no desfallece en caìdas,
la URSS no ha sido la soluciòn definitiva pero lo serà, no toma los
argumentos dedesaliento del cadáver que lo oprime,
sòlo toma las experiencias que lo impulsan al triunfo. Como nos lo
recuerda el propio Sorel, he ahì su fuerza.
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Notas:
1 No se trata de dejar de lado el armado
ideològico que se intenta imponer, a modo de naturalización de sus
principios como universales. Se trata de entender desde donde se
construyen y el momento histórico que da forma y sentido a dicha
construcciòn. La manifestación o la forma en que se muestra el
Poder desde el Poder mismo, y a travès de los distintos medios o
aparatos ideològicos, parte desde intereses concretos y necesidades
propias de un sistema històrico dado, no son la mera expresión de
deseo o defomaciòn idealista de la realidad concreta, sino una forma
de enmascaramiento de intereses que se tratan de imponer.
Si el poder se manifestara en forma abierta y
descarnada, le serìa imposible poder construir su propia hegemonìa
ideològica/cultural a cada uno de los individuos que domina, no sòlo
por la abierta confrontación de intereses que estarìan a la vista,
sino tambièn por la necesidad de construir un lenguaje que debe
asignar valores por medio del sentido comùn.
Si sòlo nos quedamos con la manifestación
ideològica del Poder (la imagen que se nos da), perdemos de vista
sobre que intereses concretos y sobre que tipo de relaciones sociales
debe erigirse, por no tanto no comprenderíamos sus fines, ni el por
què de su surgimiento.
Pero si sòlo tomamos la estructura, no
podrìamos entender cuales son los mecanismos de dominación y las
formas en que se exteriorizan sus propios intereses y aspiraciones,
viéndolo como algo monolìtico y homogéneo, por no decir
determinista.
2 Cito el libro de Kissinger, por ser el màs
cabal representante de la burocracia estadounidense y el que marcò
toda una corriente de pensamiento en RRII dentro del poder polìtico
del imperio. Dando fundamentos y cohesión para el desarrollo de
operaciones diplomàticas y militares hacia el resto del mundo.
3 El representante mediàtico màs conocido de
esta teorìa fue Francis Fukuyama, que no fue màs que un burdo
compilador de conceptos, sino que tambièn cae en contradicción en
su crìtica al marxismo, por catalogarlo de determinista, al decretar
el fatalismo del sistema liberal de mercado. El fin de la historia y
de las ideologías no es màs que la lucha del propio sistema por
imponer sus leyes como algo natural, ahistòrico, universalizado y
necesario. Dècadas atrás Héctor Agosti ya habìa analizado, en
Ideologìa y cultura, dicho proceso.
4 La ortodoxia liberal toma a la econòmia como
una especie de ciencia exacta, apartada de toda acciòn del individuo
y por supuesto ahistórica y no ideológica.
5 Como sostiene Eric Hobsbawm en “La era de la
Revoluciòn, 1789-1848, va a ser la doble revoluciòn la que conforme
y universalice al nuevo sistema; la revoluciòn industrial en
Inglaterra, con su desarrollo comercial y su concepción de la laissez faire,
conjuntamente con la revoluciòn polìtica francesa nuevos
fundamentos democràticos de la Liberté, égalité,
fraternité.
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