El discurso dicotómico de Macri para un país de las maravillas
Ibarra Eduardo
El inicio de las sesiones ordinarias del Congreso
marca la hoja de ruta que el Ejecutivo planea para el año a partir de una
evaluación del anterior. Cuando se
trata, como en éste caso de un nuevo gobierno, el discurso inicial implica a
todo el período basado sobre la impronta ideológica del nuevo bloque de poder.
Como es costumbre de los políticos / funcionarios de
Cambiemos, Macri comenzó su discurso con un mensaje al mejor estilo coaching
espiritual energético empresarial, deseando optimismo y buenas energías, para
después adentrarse en un relato claramente dividido en dos partes. Por un lado
contó desde donde se partía, lo que todos los medios hegemónicos venían
anticipando, y por el otro la de prometer una batería de medidas (en el aire)
para un futuro próspero.
La herencia kirchnerista
El
nivel de denuncia por la supuesta deuda que dejó el período k contrastó
claramente con lo que sostienen las agrupaciones afines a Cristina en su retórica
referencial de la llamada “década ganada”. Macri hizo un punteo de las deudas a
todo nivel que heredaba; supuestamente porque la “gente” quería saber, en la
cual esgrimió números de todo tipo con
fuentes dudosas o desconocidas, como ser los índices de la Universidad Católica
con respecto a la pobreza y la inseguridad, la cual no deja de ser un ente
privado y peligrosamente del Opus Dei, de donde provienen varios funcionarios
del Pro. Por otro lado el déficit presupuestario del 7% del PIB contrasta con
los dichos de su ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, quien afirmó que el
déficit recibido era del 5.8%, el cual subía al 7% si le sumaban las
transferencias que ellos mismos hicieron al sector agroexportador; o sea en
pocos meses son responsables del 1.2% del déficit del Estado. Por lo tanto
Macri miente y echa la culpa de su pésima política económica al gobierno
anterior. Sin embargo, de acuerdo a las mediciones tradicionales de la economía
el déficit es del 4%. Desde aquí es donde Macri parte para hacer un discurso
falaz y tendencioso.
Al
referirse a cada uno de los ámbitos de la gestión anterior, todos los enmarcó
dentro de la trama de la corrupción, sin tomar en cuenta que la justicia no
dictaminó, por ahora, ningún fallo firme contra los funcionarios kirchneristas.
La falta de obras públicas con la famosa contratación de los capitalistas
amigos junto con la militancia en los puestos públicos, fue el caballito de
batalla para denostar cualquier logro o hecho positivo en los doce años anteriores,
donde tampoco faltó la connivencia con el narcotráfico y la inseguridad.
Corrupción,
ineficiencia, narcotráfico, delitos, desidia y militancia fueron los términos
de Macri para definir la pesada herencia que deberá afrontar. Todos términos
que los Medios hegemónicos han utilizado para denostar al kirchnerismo y a la
militancia popular en general, en un claro maniqueísmo para desconocer algunas
políticas populares que se han tomado durante la última década.
El
desconocer las políticas positivas del kirchnerismo no fue sólo una forma de atacar
a ese sector, sino que responde a la necesidad de fundamentar su política
económica neoliberal dirigida hacia los grupos concentrados nacionales y
extranjeros, sobre todo a los grupos financieros.
El
nuevo país de las maravillas
En la otra cara de la moneda discursiva, su gestión a
futuro es la que está signada por lo positivo, la felicidad y todas las
bondades humanas.
Con una suerte de shin y shan por cada hecho malvado
realizado por Cristina el propuso una paraíso celestial de bondades infinitas.
Dentro de su alocución todas las medidas poco simpáticas fueron justificadas
por las malas políticas y la corrupción de los k.
En
la segunda parte del discurso de Macri no faltaron alusiones a personas
anónimas que le comentaron o le pidieron cosas en dirección a las políticas que
está llevando adelante; digna farsa de campaña electoral.
Con
respecto al futuro y con un punteo en cada ámbito prometió obras, reducción del
IVA para los alimentos básicos, la posibilidad de modificar la escala de
ganancias y aumento de las jubilaciones,
pero sin ningún fundamento presupuestario.
Muchas
de las medidas se contrapones a su propia historia y a su propia gestión como
jefe de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
Con
respecto a la corrupción el caso Niembro y su sociedad fantasma no es un
ejemplo a destacar.
Cuando
habló de transparencia las escuchas ilegales a los familiares de la Amia por
parte del jefe de la policía metropolitana (Fino Palacios), junto al
sobreseimiento inmediatamente después de asumir como presidente, son hechos más
oscuros que la noche.
Cuando
mencionó al trabajo no registrado se olvidó que entre sus socios sindicales se
encuentra el responsable del trabajo en negro de los peones rurales y que su
propia esposa fue denunciada por utilizar trabajo esclavo en talleres textiles
clandestinos.
En
su alusión al narcotráfico y a la trata de personas la foto con su amigo
proxeneta Martins en un boliche de México no dan muy buen ejemplo y la falta de
combate a los prostíbulos en Capital no da muchas esperanzas.
Cuando
denunció al capitalismo se olvidó de que su amigo Nicolás Caputo maneja las
grandes obras inmobiliarias de la Ciudad de Buenos Aires. También que la
fortuna familiar se logró en base a concesiones por parte del Estado durante la
última dictadura militar y los sucesivos gobiernos democráticos. Ni más ni
menos que la llamada patria contratista que todos los argentinos pagamos de
nuestros bolsillos.
Un
capítulo aparte merece la mención, un poco escueta, de las fuerzas armadas y la
falta de armamento en función de la lucha con el narcotráfico, lo cual es
alarmante ya que ningún país del mundo logró derrotar ni controlar a los narcos militarizando. Los únicos resultados fueron
la represión y control de los sectores populares.
Los
números no cierran
Si
bien durante todo su discurso dejó en claro que el gobierno de Cristina no
cuidó los superávit gemelos y el presupuesto del Estado, en ningún momento hizo
referencia al contexto nacional y mundial en que se fueron desarrollando las
medidas económicas del kirchnerismo, como tampoco argumentó por donde se fue el
supuesto despilfarro al que hizo mención.
Dentro
de un silencio intencional negó todos los planes para mantener el mercado
interno y conservar el poder adquisitivo de los salarios, conjuntamente con los
planes sociales. Es éste despilfarro que ahora el propio Macri sincera al
aumentar las tarifas de los servicios, el pasaje del transporte, los
combustibles y los alimentos. Por lo tanto suena inverosímil que se quiera
recuperar y aumentar el gasto social mientras en la realidad se lo considera un
despilfarro y se lo reduce o devalúa, mientras se les conceden grandes
porciones del PIB a los sectores orientados al mercado externos y financieros.
Por
lo tanto, si nos remitimos solamente al discurso, las cuentas no cierran, ya
que pondera las bajas y anulaciones a las retenciones, promete subas al salario
familiar, aumento a los jubilados y grandes obras públicas, mientras se
presiona al Congreso para que dé por terminada la cláusula soberana para el
pago a los fondos buitres por un primer desembolso de 4.000 millones de
dólares. Es claro que piensan cerrar las cuentas con un acceso al mercado
financiero internacional, para que en una primera instancia se pague a los
buitres, con lo cual se emitirán bonos para que compren distintas entidades
financieras y bancarias (los nuevos ganadores del modelo), y en una segunda
instancia, estiman, se producirá la lluvia de dólares que no es más que deuda
para salvar la brecha presupuestaria. De darse esto, el macrismo podrá
solventar con deuda externa obras públicas para el desarrollo primarizado de la
economía con cierta contención social. Como menciona Gramsci, cuando un grupo
de la burguesía se hace con el gobierno de un país sin tener hegemonía en la
sociedad civil, puede desarrollar tres modelos de poder estatal: El típico
modelo fascista autoritario que reprime las demandas sociales y direcciona la
economía, un gobierno que copta a los representantes de las distintas
organizaciones sociales para tenerlos dentro de su esfera política y la del
gobierno que concede ciertas demandas populares pero sin tocar la matriz de
sistema, ni afectar las relaciones sociales de producción económica y cultura.
Quizás aplique un poco de los tres.
En
el mediano y largo plazo los costos de endeudamiento serán cada vez más
grandes, la dependencia a las presiones de los grupos financieros cada vez
mayores y la vulnerabilidad a la crisis internacional cada vez más profunda y
sensible a nuestra propia economía interna. La vuelta a una película que ya
conocemos. Por eso, que las cuentas no cierren es el justificativo para que les
cierren a los grandes financistas mundiales, que serán pagadas (como siempre)
con el sacrificio del pueblo y sus recursos naturales.
Los
actores políticos
El
discurso de Macri fue un mensaje para su propia tropa; y cuando digo propia
tropa me refiero a las distintas facciones sociales que lo apoyan, los medios
hegemónicos, los grupos externos, al entramado imperialista y a sus aliados
políticos. Pero también fue un mensaje para atraer a lo más ortodoxo del
peronismo de Massa, al progresismo idiota de Stolbizer/Donda y a los
gobernadores peronistas ex k.
Con
el típico discurso fundacional de que ahora comienza la verdadera República con
sus verdaderos valores, Macri puso a los sectores populares por fuera de toda
consideración en el debate político, llamando al diálogo pero excluyendo.
Si
bien el carácter fundacional tuvo como referencia a los ciudadanos y la Nación,
la idea de Patria fue intencionalmente desterrada. La categoría de ciudadanos
remite a una concepción individual de la sociedad negadora de las clases
sociales, donde cada cual tiene igualdad de derechos pero para ejercerlos como
puede (si es que puede), mientras que la Nación implica un conjunto homogéneo u
homogeneizado que pone a todos en un plano de aceptación de valores ideológicos
(todos queremos el cambio, etc), ósea es una imposición de la hegemonía de las
clases dominantes. La Patria implica una historia de construcción y de luchas
entre fracciones internas e intereses externos, donde la disputa está siempre
vigente entre distintos grupos sociales para imponer sus valores rescatando la
identidad nacional dentro de su propia cultura. Pero sobre todo implica una
posición de soberanía y poder frente a los intereses externos, cosa que choca
con la nueva composición del bloque de poder macrista compuesto por la
hegemonía de los grupos financieros globales en alianza con sectores nacionales
menores.